Lo primero que el lector/a observa es la portada. Estas son decidoras para entender o comprender el contenido. La portada es un paratexto -el continente- y siempre tiene una connotación. Es como el reflejo de lo que está detrás de ella. En el caso de la obra de Ambrosetti hay más de un paratexto al interior (las acepciones del diccionario del verbo zurcir y un epígrafe de Clarice Lispector).
Texto e imagen por Eddie Morales Piña. Crítico literario.
El título de esta obra de la poeta Luisa Aedo Ambrosetti (San Antonio, 1982) es paradigmático para el contenido del texto que viene a continuación una vez que el lector/a acceda a la tematización lírica. Se trata de un poema, pero que en realidad es un poemario. Es decir, un conjunto de expresiones versales libres de todo aquello que comúnmente se considera lírico. Guardando las proporciones es como el Altazor huidobriano. Un poema dividido en cantos. En el texto de Aedo Ambrosetti no hay un índice de los diversos poemas que circulan por una misma vía vivencial y, en consecuencia, existencialista de la hablante lírica -y viene la corrección automática que trata de reparar lo que he escrito: es una hablante, no un hablante, corrijo yo. El texto que constituye Zurcir es relativamente breve, pero de una densidad programática donde se descorre un velo, como diría Donoso, el novelista.
Lo primero que el lector/a observa es la portada. Estas son decidoras para entender o comprender el contenido. La portada es un paratexto -el continente- y siempre tiene una connotación. Es como el reflejo de lo que está detrás de ella. En el caso de la obra de Ambrosetti hay más de un paratexto al interior (las acepciones del diccionario del verbo zurcir y un epígrafe de Clarice Lispector). Estos son guías interpretativos y, por tanto, no son puestos al azar. Tienen un sentido hermenéutico. Cuando vi la portada del poema de la autora mi memoria remota se reactivó y recordé aquellas revistas dedicadas a la mujer en décadas pasadas donde también venían los moldes para ejecutar un trabajo de las labores de mano, como se decía en la época colonial y que Margot Glantz lo enseñó. El bordado, por ejemplo, era una de estas labores mujeriles -Gabriela Mistral, dixit-. En la portada hay dos partes de la anatomía femenina con faldas estilo años cincuenta o antes, a las que le falta la parte superior. En otras palabras, son cuerpos mutilados. Mutilar no significa necesariamente el destrozo cárneo, sino que tiene simbólicamente un sentido metafórico. Siempre se zurce una tela, pero también un cuerpo.
La denominación del poema -que como dije es un poemario- está muy bien escogido para dilucidar la tematización de lo que se despliega a continuación. El paratexto que Aedo Ambrosetti añade a continuación son las diversas acepciones del verbo zurcir. Un verbo transitivo. Las dos primeras aluden a coser una rotura en una tela buscando que no se note el zurcido. En la significación primaria está el concepto de una rotura. El rompimiento de una tela que debe ser reparada. En el poemario el lector/a comprenderá que lo que ha sido roto es una corporalidad. Un cuerpo avasallado por un otro. En otras palabras, violentado. El verbo zurcir tiene un sentido positivo. Hubo un tiempo que era habitual reparar telas y mujeres que se dedicaban a resarcir lo que estaba roto. Se les denominaba costureras. La hablante lírica es una de ellas, aunque ahora no lo hace sobre un género o una media, sino que entra en la revelación de un zurcir un cuerpo.
Efectivamente, el texto de Luisa Aedo Ambrosetti -y la palabra texto se conecta semánticamente con zurcir, por cuanto texto etimológicamente significa tejido, es decir, un entramado lingüístico- es una revelación. Un sacar a la luz lo que está oculto en las entrañas más íntimas. La violencia de género está tematizada en el poemario. La hablante se hace una con las otras que han experimentado la brutalidad y el desgarro de una tela finísima que es el cuerpo. Zurcir es tratar de reparar aquello que no podrá jamás volver a ser lo que fue. El despliegue poético de la hablante en el texto de Aedo Ambrosetti de un tema como este es sutil y decantado. Es como volver a recuperar lo perdido. Zurcir lo roto por medio de la poesía, que parece ser un bálsamo abierto a una dimensión anterior a la felonía. El lector/a debe fijarse en las sentencias al final de los espacios discursivos del poema que están puestas encapsuladas en este signo gráfico /. Esta es otra clave discursiva, pues es otra voz que emerge tras la palabra de la enunciante lírica. Por último, las ilustraciones al interior del texto de Carolina Medina le aportan al poema un significado adicional: Seguir existiendo/ ¿Cuál es la diferencia entre el vivir/ y el existir? // ¿Se puede existir sin estar viva realmente? // ¿Cuál es la urgencia de seguir existiendo? /La palabra confía en su propia sobrevivencia/ El poema de Luisa Aedo Ambrosetti es un zurcir poético que queda como el tatuaje de una emblemática herida de guerra. Un poema absolutamente necesario de leer.
(Luisa Aedo Ambrosetti. Zurcir. Poema. Santiago: Palabra Editorial. 2024. 39 pág.).
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