La antología de Noguerol Jiménez corresponde a un encargo del Instituto Cervantes para llevar el microrrelato en español al ámbito del habla en portugués. Por tanto, el libro que hemos leído es una traducción. Todo esto es absolutamente saludable desde el punto de vista escriturario para este formato genérico. El texto antologa diecisiete autoras y veintitrés autores de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Uruguay y Venezuela.
Texto e imagen, por Eddie Morales Piña. Crítico literario.
No cabe la menor duda de que el género del tercer milenio como se le ha denominado tiene una vida fructífera. Me refiero al microrrelato -que también recibe otros nombres dentro de la constelación de quienes cultivan esta forma escrituraria. La antología preparada por la académica de la Universidad de Salamanca, Francisca Noguerol Jiménez, así lo atestigua. Se trata de un texto que recoge una pléyade de autores de diversas nacionalidades del ámbito hispánico en una muestra multifacética desde la perspectiva escrituraria en que cada uno de los antologados aborda la forma mínima.
El título de la obra está muy bien escogido. Efectivamente, se trata de universos menudos. La palabra principal de la frase alude a los espacios tematizados con sus personajes, situaciones y acciones narrativas. Es la trama o argumento que el autor despliega dentro de la tipología escrituraria del microrrelato. En este sentido, algunos textos alcanzan la página completa mientras que otros se adecuan a unas cuantas líneas. A esto último apunta el adjetivo calificativo menudo. Según el diccionario, puede significar de pequeño tamaño, pero también insignificante o desdeñable. En este sentido, nos quedamos con el hecho de que se trata de una especie diminuta -microrrelato, un relato mínimo que condensa una historia in extremis. En más de una oportunidad, hemos recordado que, si escribir un cuento requiere ganar de un solo golpe al lector, el microrrelato exacerba dicha cualidad. En realidad, la forma escrituraria es una manifestación cuya narratividad apunta a la condensación. Francisca Noguerol Jiménez afirma en el prólogo que estamos frente a una especie literaria “al filo de la navaja, que encuentra su expresión más certera en la palabra escrita”. Las palabras, en consecuencia, adquieren una potencialidad que lleva a “epifanías inagotables -e inolvidables- a pesar de su escasez”.
El prólogo de Noguerol Jiménez -que, en definitiva, como todo antecedente funciona como un paratexto- nos da algunas claves de lectura para enfrentar al microrrelato. El concepto de clave nos lleva a su primigenia etimología. Tiene que ver con llave, es decir, es aquello que nos permite adentrarnos en un universo otro. Entramos a mundos paralelos -como todo el ámbito de la literatura- sobre la base de una retórica. La editora y prologuista sostiene que “la búsqueda de la sorpresa explica la frecuente adscripción del microrrelato a los mundos de lo insólito -extraños, grotescos, fantásticos, maravillosos-, en los que se violentan los límites entre la realidad y ficción”. También nos recuerda la importancia de los silencios de la escritura; donde esta refleja más bien las frases paratácticas que hipotácticas “y a textos con ritmo tan marcado como fragmentario”. Por último, señala la presencia de diversas estrategias discursivas como la transtextualidad, la metaficción, el humor y la ironía.
La antología de Noguerol Jiménez corresponde a un encargo del Instituto Cervantes para llevar el microrrelato en español al ámbito del habla en portugués. Por tanto, el libro que hemos leído es una traducción. Todo esto es absolutamente saludable desde el punto de vista escriturario para este formato genérico. El texto antologa diecisiete autoras y veintitrés autores de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Uruguay y Venezuela. Como lo advierte la editora, en el libro confluyen diversas generaciones de escritores, pues hay autores canónicos como Pía Barros, Raúl Brasca, Lilian Elphick, Fernando Iwasaki, Diego Muñoz, Ana María Shua, Luisa Valenzuela, entre otros, y los autores más recientes. De tal manera que la antología se transforma en un muestrario sobresaliente de la forma escrituraria en lengua española. Las tematizaciones son variadas y responden a asuntos, motivos, situaciones de la contingencia actual, y a los juegos literarios de la intertextualidad, lo lúdico, lo carnavalesco, la reescritura, la ironía y la parodia. El texto apela a la recepción del lector, lo que es muy motivador en el acto de lectura. En una antología como la de Noguerol Jiménez es imposible de indicar cuál es el mejor de los microrrelatos, pues todos ellos responden al horizonte de expectativas de quien lee. Haciendo una cala azarosa, les dejo El poeta y su musa: “Desde que tropezó con ella, vivió sólo para tropezar” (Jorge Avalos, El Salvador); “Mamá -dijo el niño- ¿qué es un golpe? -Algo que duele muchísimo y deja amoratado el lugar donde te dio. El niño fue hasta la puerta de casa. Todo el país que le cupo en la mirada tenía un tinte violáceo” (Golpe, Pía Barros, Chile); “En este manicomio viven muchos huéspedes, siempre que me miro al espejo los veo a todos” (Manicomio, Homero Carvalho, Bolivia). En definitiva, la antología es un texto sobresaliente para quienes gustamos estéticamente de la forma escrituraria menuda.
(VV.AA. Universos menudos. Antología de microrrelatos en español. Edición y prólogo de Francisca Noguerol Jiménez. Bogotá: Editorial Aula de Humanidades. 2023. 280 pág.).
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