A Juan Eduardo Díaz, el poeta autor de esta antología titulada Ejercicio de Retornar, lo conozco desde el momento en que ingresó a la Universidad de Playa Ancha (Valparaíso, Chile) a estudiar Pedagogía en Castellano. Siendo su profesor de Literatura, al poco tiempo supe que era un joven poeta -como la mayoría de los que entran a aquella carrera universitaria pensando que saldrán escritores, sólo que en este caso descubrimos que había talento. Poco a poco fui conociendo su ejercicio escriturario, y no cabía duda de que estábamos frente a un poeta.
Texto e imágenes, por Eddie Morales Piña. Crítico literario.
El proyecto poético escriturario que Juan Eduardo Díaz ha venido decantando a lo largo de los años, me parece que va por una forma que en los últimos tiempos se ha hecho presente de manera más nítida en la literatura chilena, esto es, el rescate de la memoria histórica en sus modalidades de la Historia o de la intrahistoria. Es tarea de ver sus poemarios para darse cuenta de lo que estamos afirmando. En este sentido, el tema de la memoria como motivo poético fundante del quehacer poeiético en Juan Eduardo Díaz se constituye en el pivote de su producción literaria.
Respecto a lo anterior, en la obra del poeta Díaz se va dando una suerte de entrecruzamiento de diversas discursividades, En otras palabras, la presencia de la intertextualidad como una forma retórica es ineludible en los textos suyos. Lo que parece interesante al lector/a es que el poeta pareciera sentirse a gusto con este modo de expresión poética y lo maneja con destreza de estilo, como se decía hace mucho tiempo. El estilo es el hombre y la sentencia se ajusta a la poética de Díaz. La memoria y el rescate memorialístico funcionan a cabalidad en los libros del poeta nacido en San Bernardo (Chile, 1976). En Claveles (2009), por ejemplo, el tema del fundamento escriturario está dado en la mención de las flores del título. Desde allí se va desplegando el recuerdo que lleva a quien lee al descubrimiento de un verdadero ars moriendi posmoderno. Por su parte, en un posterior poemario lo que estamos sosteniendo queda aún más refrendado, ya que el poeta Díaz trabaja sobre la base del concepto de un álbum de fotografía: en Instantáneas (esto ha sido) de 2013 es una excelente modulación poética de lo que queda encapsulado en las imágenes y guardado en un álbum hasta que aquellas se activan en la memoria al momento de su recuperación poética.
A Juan Eduardo Díaz, el poeta autor de esta antología titulada Ejercicio de Retornar, lo conozco desde el momento en que ingresó a la Universidad de Playa Ancha (Valparaíso, Chile) a estudiar Pedagogía en Castellano. Siendo su profesor de Literatura, al poco tiempo supe que era un joven poeta -como la mayoría de los que entran a aquella carrera universitaria pensando que saldrán escritores, sólo que en este caso descubrimos que había talento. Poco a poco fui conociendo su ejercicio escriturario, y no cabía duda de que estábamos frente a un poeta. El paso de los años nos daría la razón. Al finalizar sus estudios como pedagogo, Juan Eduardo Díaz nos escogió para que dirigiéramos su tesis de pregrado que versó sobre un poeta chileno asociado a la sensibilidad del modernismo literario. Luego que egresó, mantuve el contacto con mi exalumno, el poeta Díaz, quién me enviaba cada uno de los libros que iban emergiendo de su creación poética. De este modo, podemos aseverar que conocemos la mayor parte de sus textos que hemos presentado y comentado en el transcurso del tiempo. Además, es un gestor cultural, editor y tallerista en el litoral central de Chile, pues reside en el sector de Punta de Tralca, en el famoso litoral de los poetas, donde vivieron Pablo Neruda, Nicanor Parra, Vicente Huidobro, Adolfo Couve, entre otros. La antología que ahora presentamos corresponde a una propia selección de Juan Eduardo Díaz de cinco de sus poemarios, a saber, Claveles (2009), Instantáneas (2014), Poema decente (2016), Tolstoniano (2021) y Manual de carpintería (2023), con el que obtuvo un importante premio nacional de poesía.
El título de la antología es muy significativo desde el punto de vista de lo que significa auto antologarse. Las antologías son una clase textual sui generis en el ámbito de la literatura. El antologador realiza una selección de un corpus discursivo donde puede primar la subjetividad y el descarte. En una antología quien escoge el nuevo corpus es el responsable del nuevo producto. Juan Eduardo Díaz le llama con propiedad ejercicio, es decir, una forma de trabajo o mester donde la relectura de aquellas obras le hace extraer de aquellos contextos los poemas que se integran a una nueva plataforma textual. Por eso que el complemento del nombre de Retornar es absolutamente pertinente. El poeta Díaz retorna e ingresa a los senderos poéticos que se bifurcan -un guiño borgeano- y va extrayendo -va calando- los textos suyos en esta mirada retrospectiva a su producción, con el fin de constituir un nuevo poemario que está engarzado a aquellos otros que dan cuenta de su huella poética. Una forma de reconstitución de la memoria, como lo dijimos al principio. Cinco poemarios de los que se sacan como unos frutos de un locus amoenus los poemas para el nuevo texto. Su propia producción como un jardín de formas. El cinco como un número simbólico tal como lo recordará en Poema decente.
En el poemario Claveles de 2009, Juan Eduardo Díaz muestra una discursividad poética que se ajusta a los parámetros retóricos de las poéticas contemporáneas. El hablante lírico es una voz lírica que manifiesta los estados de ánimo del desencanto y la desesperanza, en su aprehensión del mundo, sin llegar a ser un nihilista absoluto. El poemario está diseñado sobre la base de cuatro núcleos que van tematizando diversas esferas de la realidad territorializadas por el sujeto hablante, a saber, “las hilanderas”, “las flores”, “por qué no rezo” y “monoambiente”, además de una suerte de exordio en que el propio poeta hace unas breves disquisiciones acerca del propósito escritural de Claveles. La clave de lectura es que uno de los motivos fundamentales de la espacialidad poética y que se nos aparece en el transcurso de la lectura es el de la muerte. Lo que hace el poeta Juan Eduardo Díaz es concretar a través de la imagen de una hermosa flor como lo es el clavel, la percepción de la situación límite e intransferible de la muerte y las connotaciones de lo mortuorio. En una primera instancia, el poemario se nos presenta, entonces, como un discurso tanatológico donde las imágenes se concentran en leit motiv y en recurrencias retóricas habituales en este tipo de discurso poético. La emergencia de las hilanderas, no me cabe duda, que cumplen esa función dentro de la discursividad: son las que tejen para luego destejer: el ciclo natural de la vida y de la muerte. Las imágenes se van connotando en torno a una especie de Ars moriendi posmoderno, es decir, el arte de morir que desde la conceptualización de una meditatio mortis, nos lleva a la recurrencia de las flores, y desde la emanación de su perfume a una aprehensión del morir. El perfume es mortuorio: claveles y gladiolos son flores de cementerio para el hablante y, en consecuencia, su aroma es el de la descomposición de los cuerpos. El hablante se plantea en las diversas instancias como un sujeto enfrentado a la percepción del fin de la existencia, donde la ausencia de lo numinoso parece estar privilegiado: “Los claveles no huelen a cementerio, / el abedul llora imitando a un sauce, / es que al fondo de la tumba/ hay un charco de agua. // Pero no te preocupes vidita/ que son los cementerios/ los que huelen a claveles”.
Instantáneas (esto ha sido) de 2014 es un libro donde el poeta Díaz alcanza ribetes notables no sólo porque logra aunar mediante el discurso lírico la presencia del álbum de fotografías con una solvencia interpretativa donde la memoria vuelve como motivo recurrente. La fotografía dio origen a un medio en que pudieron almacenarse las imágenes plasmadas. Se le denominó álbum de fotografías. Y, especialmente, estos cobijaron las fotos de índole familiar, de tal manera que a través de este receptáculo podía reconstituirse la historia –mejor dicho-, la pequeña historia, la intrahistoria. El álbum familiar -o el de otra naturaleza-, es una especie de escritura, puesto que en él se han inserto las imágenes que en una posterior revisión de estas permitirán al observante retrotraerse en el tiempo y recrear aquello que está detenido en una temporalidad lejana o cercana, pero que implica el volver poner en acto una determinada situación. Es aquí donde entra en juego otro elemento primordial; me refiero a la memoria. El álbum en sí mismo tiene este carácter memorístico; el objeto álbum hace memoria e incentiva el recordar.En este poemario de Juan Eduardo Díaz, la motivación de escritura es la observancia de las imágenes fotográficas encapsuladas en ese otro texto que es el álbum. La palabra instantánea en el espacio discursivo de las fotografías ha sido sinónima de estas; por otra parte, la palabra se complementa con la frase entre paréntesis que, a su vez, alude a un tiempo pasado, a un pretérito, a un presente que ya fue y que sólo tiene consistencia en la imagen. El hablante de estos poemas es el propio Juan Eduardo Díaz trasmutado él mismo en objeto poético en la medida que está inserido en la imagen propuesta del álbum que reactiva la memoria: “En las fotografías nunca estuvimos todos/ hay que idealizar un collage/ y de vez en cuando convencerse/ que fuimos felices”. Las modulaciones de la voz poética que se nos revela en el poemario es la de un sujeto que hace memoria al descorrer el velo de lo que está oculto tras la imagen. El poeta Juan Eduardo Díaz se convierte en un sujeto que entra a la cámara oscura y revela al veedor, en este caso el lector, aquello que sólo él puede dilucidar como partícipe del fotograma: “Pasa una a una sin mirar las páginas de un álbum/ de fotografías. / Los colores y olores del pasado bastan para ser de aquel tiempo/ un presente”. El álbum de fotografías de Juan Eduardo Díaz (porque eso es el poemario) está complementado por otros signos escriturales en su discurso poético. Me refiero a los epígrafes que funcionan como verdaderos microtextos previos al despliegue del poema. Estos textos, además, rememoran canciones de época, o bien melodías clásicas que permiten evocar (la alusión a Mahler y a Venecia, por ejemplo, que nos lleva a Visconti y a Mann). A su vez, las citas a otros autores poetas o no (Barthes, Cortázar, Moltedo, Ruiz, Teillier, entre otros) y las páginas en prosa hacen del poemario un verdadero tejido de imágenes dialogantes entre sí.
Poema decente (2016) es un poemario que sorprende al lector, por cuanto está escrito en prosa, aunque ya había incursionado en esta fórmula escrituraria en el anterior texto. Aquella siempre se ha asociado a la narratividad, aunque se haya hablado desde antaño de la prosa poética. Los textos del poeta Díaz, sin duda, transitan por estos derroteros. Hay en esta discursividad una apropiación del lenguaje poético-lírico, es decir, prevalecen un temple de ánimo donde se trasunta las actitudes propias de un hablante que se condice con el sujeto histórico llamado Juan Eduardo Díaz. Este poemario es una suerte de arte poética. En él el sujeto de la enunciación se plantea frente a su menester o ejercicio poético en la búsqueda del poema decente. Es interesante visibilizar que estamos frente a una textualidad autorreferencial que se connota con varios códigos a los que el poeta ha ido consolidando su poética. La memoria se transforma en un motivo recurrente, así como se atisban en este libro lo que se concretará en el último de los antologados, como por ejemplo la temática de lo nipón. En realidad, es una especie de bisagra Poema decente. Simbólicamente, está al centro. Hay un antes y un después: “El poema decente pudo ser de manera perfecta/ un episodio vital o quizá no, quién lo sabe. // Pudo ser también un jardín japonés decorado con pequeñas/ piedras de cuarzo alrededor de un cerezo”.
Tolstoiano publicado en el año 2021 tiene como referente más lejano a León Tolstoi, el gran escritor ruso, sin embargo, Tolstoiano es una reescritura poética de la historia de la famosa y legendaria Colonia Tolstoyana que giró en torno a la figura del escritor chileno Augusto D´Halmar como una especie de gurú o sacerdote oferente de nuevas corrientes estéticas que se gestaban y entraban en pugna en medio de un espacio donde la literatura era un juego de inútiles, al decir de la sociedad. Respecto al grupo liderado por D´Halmar donde le hacían compañía Fernando Santiván y el pintor Ortiz de Zárate se planteó como un proyecto artístico-comunitario inspirado en las ideas filosóficas, éticas y morales de Tolstoi quien había constituido en Yasnaia Poliana una comunidad donde se viviría bajo su ideario de vida y del arte. D´Halmar junto a sus cófrades, en principio, pensaron instalar la colonia en el sur de Chile, pero luego lo hicieron en San Bernardo. La colonia tuvo poca vida. El poemario va desplegando los diversos momentos del devenir de la colonia. Como estamos frente a una discursividad poética, el lenguaje nos va revelando, sacando a la luz, aquello que la historiografía nos muestra con datos duros -como se acostumbra a decir. Acá el hablante lírico con ese estilo que ya le conocemos al poeta Díaz nos muestra a los tolstoianos en su decir y hacer. Lo interesante de esta modulación poético-estética son las conexiones que se establecen entre aquella realidad de principios del siglo XX y los de este siglo. El hablante poético, a veces, se ve interrumpido por la voz de Díaz -esta es una disquisición teórica- quien introduce un doble discurso donde otras voces se hacen presente a través de algunas citas como las de Fernando Santiván. Este rasgo escritural ya está presente en otros poemarios de Díaz lo que va transformándose en su gramática poética. Esta conexión entre el pasado evocado -hecho memoria- y el presente de la enunciación está marcado en unos versos casi como una letanía que el sujeto hablante repite cadenciosamente diez veces a lo largo de las páginas: “Acogedor camino/ una superficie repleta de un sol brillante/ en este poniente de las cosas/ que guardamos en los bolsillos// La fundación de la colonia tolstoyana”.
Con Mester de carpintería del año 2023, Juan Eduardo Díaz se hizo acreedor del Premio Revista de Libros del diario El Mercurio de Santiago de Chile en sus treinta años de existencia, lo que no me sorprendió, pues su producción poética presagiaba que en algún momento sería galardonado o laureado por su menester -que se liga con el término mester en la poesía medieval. Es el oficio, el trabajo de la creación poética. Juan Eduardo Díaz, tal vez sin pensarlo, en el proceso escriturario de su poemario destinado a un concurso de poesía incurrió en la vieja palabreja del mester, pues en una entrevista una vez que era el ganador manifestó que “mi oficio y experiencia están en la poesía”. El oficio del creador en segundo grado -como decía Huidobro-, de aquel que hace del lenguaje una nueva creación están presentes en el ministerium del poeta Díaz: “Cuatro/ son las tareas esenciales de la construcción/ el templo/ el salón de té/ el mueble/ y el puente. // Cuatro son los carpinteros/ la especialidad/ la mano/ la madera/ el oficio”. En este libro de poemas, el oficio, el quehacer, la tarea que es el referente está dado sobre la base de otro ministerium, de otro mester, humilde y sencillo como el del carpintero. Es muy interesante la relación que establece el poeta Díaz entre el ministerium de su padre con la poesía que se ensambla con su propio trabajo mediante el lenguaje poético, más allá de las relaciones con la carpintería japonesa que es como el trasfondo que uno como lector visualiza en el poemario y que explícitamente el poeta deja en evidencia en las notas a pie de página y en el uso de palabras de aquella tradición: “Kanna/ acaricia la madera,/ el carpintero mueblista jamás pensaría/ en el uso del papel de lija.// La hoja fija a treinta grados/ en un trozo de roble blanco/ y al calce de la mano…”. El poeta advierte que la palabra Kanna en japonés es un tipo de cepillo carpintero. La intertextualidad que establece entre el oficio de su padre mueblista -el que trabaja con la madera- y el mester poético -el que trabaja con el lenguaje- es evidente. El poemario es, por cierto, un homenaje al progenitor a través de las palabras -del lenguaje poético-, que van tematizando diversas instancias de aquel oficio de la carpintería, pero que en el enunciado poético se transfiguran en otra realidad donde la madera adquiere un sentido metafórico del quehacer preciso del mester del poeta Díaz: “Las manos de mi padre/ dejaron de parecerse a las mías/ las manchas negras desaparecieron/ la resina se ha traspasado a la letra/ que delinea quiromántica mis palmas/ y la punta de mis dedos”. Se trata de hacer una relación inmediata entre dos mesteres, el de su padre y el suyo. El oficio aprendido o aprehendido se transforman en el manual poético: madera y poesía se engarzan como una sola realidad, no existe distinción entre uno y otro: “A fin de cuentas/ toda la antigüedad que pueda soportar la madera/ se sienta junto a mí/ a la mesa/ y lo noto”. Efectivamente, el poemario es una muestra palmaria de un aprendizaje vivencial que se trasmuta en imágenes, cadencias y tonalidades a las que el poeta Díaz nos tiene acostumbrados. Su poesía es prístina y musical -la poesía siempre estuvo unida al sonido de la lira- y las estructuras versales nos van envolviendo como si estuviéramos frente a un aedo, a un juglar o a un trovador. En el poemario no hay nada que esté demás. El pulimiento, el uso de la garlopa o el cepillo funcionan a cabalidad en la plasmación de las palabras que conforman el imaginario del manual de carpintería. Juan Eduardo Díaz se convierte en el artesano de la palabra cadenciosa que nos hace palpar y oler la madera poética en su transitar por la vida que -según él lo atestigua- se asienta en la poesía como un hilo existencial. En este devenir aparece el carpintero japonés que le da la tonalidad casi mística o espiritual a su escritura. La madera como el sustento vital del mester del poeta Díaz es la presencia de lo natural, del Oikos, de la casa donde aprendió el valor del oficio del padre: “Todas las cosas lindas de madera en el mundo/ eran fabricadas por él”.
En definitiva, esta especie de mapeo de los textos de Juan Eduardo Díaz -ahora transformados en antología- no hace más que corroborar que estamos frente a un poeta que ha ido afianzando su voz y escritura de manera sobresaliente y es insoslayable al enfrentarse a la poesía lírica chilena de los últimos tiempos. El lector que se adentre en sus páginas quedará muy gratificado.
Dr. H.C. Eddie Morales Piña, exprofesor Titular de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile.
(La antología Ejercicio del Retornar será publicada próximamente en España).
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