La visión legítima del mundo social, es un proceso constructivo, una red de sentido y significaciones de carne y hueso, que en ningún caso obedecen a un solo discurso o a liderazgos políticos. Es el sistema de relaciones de intercambio de los sujetos que comparten y se privan del acceso a la propiedad.
Víctor Vera, Licenciado en Filosofía
Espontáneamente surgieron las asambleas territoriales a partir del 18 O. Por qué. No sólo obedece al descontento social, a la injusticia propiciada por un sistema neoliberal de los más recalcitrantes injertado a la fuerza desde la dictadura, sino que emerge desde la desconfianza a una clase política incapaz de responder a los clamores y sufrimientos de los ciudadanos. Como clase política que sólo buscó la conveniencia de los suyos, de un cierto tipo de sujetos, de los más fuertes, en términos de Frantz Fanon, de los opresores, de grupos convergentes en sus intereses y privilegios personales. La democracia representativa creyó por mucho tiempo en la delegación de las confianzas políticas y sociales, el otorgamiento de un voto que ha ciegas entregaba al arbitrio o decisión de unos pocos, el destino de muchos, haciendo y deshaciendo a sus anchas.
Pero qué hay detrás de esta espontaneidad social. No hay aquí más que el resurgimiento del sentido común, la visión legítima del mundo social curiosamente solapado y silencioso por mucho tiempo, como la metáfora del Viejo Topo de Karl Marx, ese trabajador incesante, que aún cuando parezca todo en calma, una superficie plana, o como dijo un “idiotés” un Oasis, bajo ella se entreteje el descontento, el océano de la incertidumbre, la tragedia, la injusticia social. Se entretejen entonces, bajo la superficie, ideas comunes, percepciones compartidas, un lenguaje común, un descontento, una trágica forma de vivir, en cierto modo como si a todos nos pasara lo mismo, nos golpeara el mismo látigo del opresor. La historia reciente nos mostraba al incesante topo trabajando en su misteriosa trayectoria, parecía que desde las profundidades dejaba verse de vez en cuando, y con fuerza revolucionaria apareció en la llamada Revolución Pingüina. Y espantados, a punta de escopetazos y fuerza desmedida buscaban restablecer el reordenamiento del Oasis. Pero la lucha de clases, incesante no se detendría y aparecería con una apariencia inusitada, como un espontáneo incendio lleno de misterio el 18 O.
La visión legítima del mundo social, es un proceso constructivo, una red de sentido y significaciones de carne y hueso, que en ningún caso obedecen a un solo discurso o a liderazgos políticos. Es el sistema de relaciones de intercambio de los sujetos que comparten y se privan del acceso a la propiedad. Los privilegiados y los desfavorecidos, los que tienen y no tienen, los que viven para otros y los que viven solo para sí mismos. Cuando las relaciones distributivas son injustas, la ciudad se divide, se fracciona, se inficiona por la iniquidad, tal cual nos decía el viejo Aristóteles.
Así obviamente, frente a la incapacidad de la clase política, a la sordera de los mismos, a la inoperancia, a la insensibilidad social, aparecen naturalmente las organizaciones de base o territoriales con una voz propia, y con el deseo de dar una respuesta a la crisis social. La clase política se ha caído a pedazos, no hay credibilidad y por culatazo mental, al no ver respuesta sensata, se edifica la voluntad ciudadana, como oposición a la misma, en pequeñas reuniones, en organizaciones temáticas y barriales, en el vecindario, en una deliberación democrática y consciente. Es obvio que el proceso natural de las organizaciones barriales o cabildos, si y solo si, debe ser el proceso constituyente. El peligro está en la fuerza y cuán motivadas estén para ser verdaderos vigilantes y rectificadores de una clase política extraviada.
Tal vez sea el momento de fortalecer la deliberación colectiva, poner acento en estas pequeñas organizaciones, en las estructuras de base, resignificar y proyectar una sociedad más justa, establecer una nueva relación política, devolver la soberanía ciudadana, legitimar la visión social a través del poder constituyente o si se quiere el pueblo con la fuerza soberana para deliberar su propio destino.
En consecuencia, debemos fortalecer el diálogo, propiciar espacios de encuentros, asegurar la organización comunitaria, la vida organizada, el cabildo deliberativo, participar en la toma de decisiones barriales, vecinales, Municipales, regionales y Nacionales. Hacer de la vida política una acción colectiva, un proceso social.
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