Entre las colecciones emblemáticas de Quimantú estuvo Nosotros los chilenos destinada al conocimiento de nuestra identidad nacional desde diversos aspectos que iban siendo tematizados por la línea editorial. En octubre de 1971 se publicó el primer volumen, mientras que el número 49 es el último -que circuló el 6 de septiembre de 1973- días antes del quiebre institucional producto del Golpe.
Texto e imagen, por Eddie Morales Piña, crítico literario.
La palabra Quimantú forma parte del imaginario popular. Es un vocablo que significa Sol del saber en mapudungú y fue la clave identificatoria de la editorial del mismo nombre como el gran proyecto relativo a la producción de libros durante el gobierno del Dr. Salvador Allende Gossens. Como es bien sabido, dicha editorial fue un fenómeno inusitado en el devenir de la historia del libro en Chile, no sólo por el tiraje de ejemplares que se imprimían, sino también por la variedad de colecciones que se fueron formando.
Se trataba, sin duda, de masificar la lectura con obras de la literatura universal, hispanoamericana y chilena, juntamente con textos referenciales -como diríamos ahora- afincados en la historia y en el acontecer de los habitantes de esta larga y angosta faja de tierra llamada Chile, además de obras que tenían una finalidad de formación ideológica como los Cuadernos de Educación Popular. La academia ha investigado profusamente lo que estamos señalando. Hace algunos años nos referimos a la colección Minilibros que -según se recordará- eran de un pequeño formato que cabían en el bolsillo y que abarcaron un gran espectro de autores y obras de la creación universal, al igual que Quimantú para todos.
En agosto de 1973 se publicaba con un tiraje de 30.000 ejemplares la primera novela del escritor Fernando Jerez (1937) con el título de El miedo es un negocio. Probablemente, fue el último. Por lo demás, hubo otra colección con el nombre de Cordillera donde pudimos leer textos de Carlos Droguett, Walter Garib, Franz Kafka, Braulio Arenas. No podemos soslayar que también se incursionó en libros para noveles lectores como la colección Cuncuna. En otras palabras, la editorial Quimantú estaba destinada a la formación lectora en distintos niveles.
Cuando se inició dicha producción librera, no dudamos en ir adquiriendo los textos que se iban publicando. Por aquellos años estaba formando mi biblioteca y el advenimiento de una avalancha de obras fue un acicate para que ingresaran a la incipiente librería -como dijo Cervantes, respecto a la de Alonso Quijano transformado luego en un ingenioso hidalgo- una considerable lista de autores y obras, un verdadero canon, que contemplaba dentro de ella a las literaturas más desconocidas para un joven lector, como por ejemplo una obra del rumano Panait Istrati titulada Los cardos del Baragán -que según veo la edición de Quimantú, hoy, tiene un precio exorbitante- o la novela del noruego Knut Hamsun, que lleva por nombre Hambre. Indudablemente, que le debo a la histórica editorial haber ingresado al conocimiento universal de la literatura.
Por otra parte, no hay que olvidar que la editora produjo diversos tipos de revistas de circulación popular como Hechos mundiales. La mayor parte de los libros de las distintas colecciones y las revistas publicadas las tuve en mi poder, pero en el trascurso del tiempo algunas se perdieron, o simplemente las hice desaparecer cuando llegó el estropicio.
Entre las colecciones emblemáticas de Quimantú estuvo Nosotros los chilenos destinada al conocimiento de nuestra identidad nacional desde diversos aspectos que iban siendo tematizados por la línea editorial. En octubre de 1971 se publicó el primer volumen, mientras que el número 49 es el último -que circuló el 6 de septiembre de 1973- días antes del quiebre institucional producto del Golpe. Esta colección estuvo dirigida por el escritor Alfonso Alcalde y por el periodista Hans Ehrmann -a quien recuerdo porque leía sus crónicas de cine y teatro en la revista Ercilla.
De Alcalde en la década de los sesenta había conocido El auriga Tristán Cardenilla (1967). La colección estaba focalizada en dar a conocer el “cómo somos, vivimos y trabajamos” mediante las historias de vida, entrevistas e investigaciones de carácter histórico. Los libros constituyeron una especie de reportajes acerca de una multiplicidad de temas que eran desplegados con un lenguaje sencillo y ameno. Las portadas y las ilustraciones interiores eran otro aporte significativo. Se les ha denominado paratextos y contienen connotaciones previas a la lectura.
La iconografía de dichas portadas nos centra en una época histórica de la patria acorde al sentido escriturario de los textos que no sobrepasaban las cien páginas. El listado de Nosotros los chilenos se puede visualizar indagando en un buscador. Fueron autores entre otros, Carlos Ossa Coo, Historia del Cine Chileno; Jaime Concha, Poesía chilena; Patricio Manns, Los terremotos chilenos; Alfonso Calderón, Cuando Chile cumplió 100 años; Hernán San Martín, Geografía humana de Chile; Vicente Salsilli, Historia de la aviación chilena; Nicasio Tangol, Chiloé, archipiélago mágico; Julián Cobo, Yo vi nacer y morir los pueblos salitreros; Alfonso Alcalde et al, Así trabajo yo; Cecilia Urrutia, Historia de las poblaciones callampas; Elizabeth Reiman y Fernando Rivas, La lucha por la tierra; Edmundo Tapia, Los bomberos; Luisa Ulibarri, Caricaturas de ayer y de hoy.
Los terremotos chilenos de Patricio Manns es una exhaustiva crónica histórica acerca de los movimientos telúricos mayores en nuestro país. La editorial lo publicó en dos tomos la historia del jardín epiléptico donde las fotos son primordiales para entender a cabalidad lo que significan los terremotos. En el tomo uno, Manns se pregunta: “…si nosotros los chilenos, que tanto sabemos de vino, de mar, de locura, de poesía, de archipiélagos y bares, de barcos hundidos y de países puestos a flote después de estar hundidos, ¿por qué oculta razón no tenemos que ser también los más profundos conocedores de esto que es tan nuestro y que llena de pavor o de curiosidad a tantos pueblos del mundo?”.
En otro texto cogido al azar, Jaime Concha -quien por aquellos años era académico de la Universidad de Concepción- se refiere a la Poesía chilena -el libro fue publicado en febrero de 1973-, realizando una síntesis de la creación poética desde Ercilla hasta los que estaban escribiendo y posicionándose en la década de los sesenta y principios de los setenta. Al comienzo decía “¿qué significa que un pueblo pobre y subdesarrollado como Chile pueda darse el lujo de tener poetas?” Y otro también tomado de forma casual indagaba acerca del arte del cine en este país. El texto apareció en noviembre de 1971-fue el número 4 de la colección- y su autor Carlos Ossa entregaba una investigación sobre la historia del cine en Chile desde los pioneros hasta la novísima ola. Fotogramas e imágenes de diversos momentos de dicha historia cinematográfica le daban una impronta especial al volumen.
En síntesis, la colección Nosotros los chilenos (ahora, tal vez, sería y las chilenas) fue un señero aporte de la Editorial Quimantú al conocimiento de nuestra identidad como país, pues los temas tratados abarcaron una plenitud de asuntos de la idiosincrasia chilena. Al presente, sin duda, que los ejemplares publicados son una excelente fotografía. No hay que olvidar que a cargo de la editorial estaba el escritor costarricense Joaquín Gutiérrez, cercano al presidente Allende.
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