Nicomedes Guzmán forma parte de los escritores de la denominada generación del 38. Este grupo de narradores tiene varias particularidades significativas en la historiografía de la literatura chilena. De hecho, la denominación de treintayochistas ha sido nombrada por otras formas teóricas como generación del 42, generación neorrealista o generación del realismo socialista. Estas denominaciones tienden a situar el momento histórico de su emergencia y los temas y motivos que desarrollarán en sus relatos.
Texto e imagen, por Eddie Morales Piña. Crítico literario.
Sin duda que la figura del escritor Nicomedes Guzmán ocupa un espacio singular en la historia de la literatura chilena del siglo pasado. Probablemente quienes le han seguido su huella escrituraria lo recuerdan por sus novelas La sangre ya la esperanza o Los hombres oscuros. Sin embargo, Guzmán fue un eximio cuentista. Recientemente hemos leído una antología que contiene todos sus relatos que están dentro de los parámetros del cuento. Como es bien sabido, la técnica escrituraria de este formato es muy especial, por cuanto condensa en un espacio y tiempo acotado una historia o trama discursiva que debe golpear o atraer al lector desde las primeras líneas. Guzmán lo logra con creces.
Nicomedes Guzmán forma parte de los escritores de la denominada generación del 38. Este grupo de narradores tiene varias particularidades significativas en la historiografía de la literatura chilena. De hecho, la denominación de treintayochistas ha sido nombrada por otras formas teóricas como generación del 42, generación neorrealista o generación del realismo socialista. Estas denominaciones tienden a situar el momento histórico de su emergencia y los temas y motivos que desarrollarán en sus relatos. La ubicación espacio temporal ocurre con el advenimiento del Frente Popular en Chile, en consecuencia, se trata de que las obras narrativas tendrán una matriz donde el eje estructurante de las historias gira en torno a la clase popular -el cuarto estado le llamaban en la literatura del siglo antepasado, por ejemplo, en el Naturalismo literario. Efectivamente, se trata de una nueva forma de realismo, pero no al estilo del realismo clásico, pues la generación precedente -la de Manuel Rojas- había dejado atrás. Cuando se habla de neorrealismo literario hay que conectarlo con la misma cosmovisión estética del cine neorrealista que puso énfasis en la cotidianeidad y los problemas sociales. Esta forma estética literaria, a su vez, está entroncada con el realismo socialista. Los paradigmas literarios se aúnan con el pensamiento ideológico derivado de la revolución de octubre en Rusia. De esta manera, la literatura tiene una connotación social, pero no de textos donde se trasluzca un afán planfetario. Es en este contexto en que se ubican diversos narradores, entre los que está Nicomedes Guzmán, quien nació en Santiago en 1914 y fallecido en 1965.
En un interesante estudio sobre el devenir de la literatura chilena, el académico y crítico literario René Jara, en unas breves palabras sintetiza las modulaciones retóricas de Nicomedes Guzmán. Para Jara se trata de una poética de la proletarización. Efectivamente, es así. Cuando se habla de poética nos estamos refiriendo a los constructos del imaginario que están presente en la estructuración de la trama o de la historia que se va a narrar. Dicho imaginario es la estructura del proletariado, de los desposeídos o de los descartados, como ha dicho Francisco, el papa. En otras palabras, la literatura de Guzmán está situada en un universo donde en el presente -siglo XXI- se da el fenómeno de la aporofobia, es decir, el rechazo, la aversión, el temor y el desprecio al pobre. La estética o la poética de la proletarización urbana en la literatura chilena encuentra en Nicomedes Guzmán a uno de sus mejores exponentes. “El detalle sordo, la procacidad del lenguaje, la promiscuidad que amuchedumbra los espacios dibujan un mundo que, por necesidad, debe transcurrir de acuerdo con leyes de decoro que no coinciden con los códigos burgueses que los lectores estiman ayer y siguen valorizando hoy día”, argumenta René Jara.
La estética o poética de la proletarización queda suficientemente ilustrada en los cuentos que recoge esta antología de Zuramerica, una editorial que entre sus planes editoriales está el rescate de los autores y autoras de la literatura chilena que marcaron hitos en el transcurso de su historia, y cuyas obras en este tiempo están olvidadas o no han sido reeditadas. Volver a los cuentos de Nicomedes Guzmán en este texto que incorpora relatos aparecidos en la revista El Peneca entre 1931 y 1937 y en otras publicaciones es un acierto editorial. Quienes se aventuren en la lectura de estos cuentos no quedaran defraudados. Lo que hemos descrito someramente de su poética escrituraria está demostrado en cada uno de sus relatos. Los primeros cuentos con los que el lector se enfrentará son de antología. En Animita se despliega una historia que tiene un desenlace inusitado, mientras que, en Leche de burra, el lector no sospecha que lo que se narra es la trama de un adulterio. Todos los cuentos de Nicomedes Guzmán son un acierto escriturario. Qué bien que estos textos hayan sido recuperados para el conocimiento de los lectores que aún no se habían adentrado en un espacio discursivo donde los descartados son los protagonistas.
(Nicomedes Guzmán. Todos sus cuentos. Santiago: Zuramérica ediciones & publicaciones. 2023. 349 pp.)
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