Conozco al poeta Larrahona desde mis tiempos de estudiante universitario, por cuanto él era un profesor de la Facultad de Educación y Letras de la Universidad de Chile, en el puerto principal (como dice la canción) cuando supe que el académico delgado, de estilizada barba y de estatura sobresaliente era un poeta, además de un eximio artista pictórico.
(Crónica e imagen de Eddie Morales Piña, crítico literario)
El 23 de febrero de 1931 nació en Valparaíso el poeta Alfonso Larrahona Kästen, por tanto, estamos celebrando sus noventa años varios de los cuales los ha dedicado a la poesía y al arte. Para quienes son porteños/as -como se les denomina a los habitantes de Valparaíso-, lo más probable es que les llame la atención verlo por Pedro Montt -la avenida principal- porque su espigada figura quijotesca lo hace inconfundible. Quienes viven en el cerro Playa Ancha o son asiduos a ese espacio que es también universitario, al igual, deben reconocer su impronta; cuántas veces lo hemos visto ingresar al bus que lo lleva al cerro donde vive; ver caminar a Larrahona por la Avenida Altamirano con el Pacífico cerca suyo con una libretita en sus manos es una estampa a la que estamos acostumbrados a presenciar. De vez en cuando el poeta Larrahona se detiene y escribe en la libretita, imágenes poéticas que vienen a su conciencia y que luego se convertirán en poemas. Por lo demás, el poeta Larrahona es otro hombre de Playa Ancha, al igual que lo fuera el escritor Carlos León, el autor de “Sobrino único”, entre otros memorables relatos.
Como lo escribía por allá en el año 2014, acerca de la presencia del soneto en las letras, el nombre del poeta Larrahona emergía como un exponente muy significativo en la literatura no sólo regional, sino nacional y universal como un gran sonetista. Podría decirse que es el sonetista por excelencia de Valparaíso. Conozco al poeta Larrahona desde mis tiempos de estudiante universitario, por cuanto él era un profesor de la Facultad de Educación y Letras de la Universidad de Chile, en el puerto principal (como dice la canción) cuando supe que el académico delgado, de estilizada barba y de estatura sobresaliente era un poeta, además de un eximio artista pictórico. Andando el tiempo, hemos mantenido una cercanía espiritual y poética con Alfonso Larrahona.
La producción poética de Alfonso Larrahona es abundante y suficientemente reconocida por múltiples premios y galardones; una treintena o más de poemarios dan cuenta de su quehacer estético, además de antologías dedicadas a diversos temas, por ejemplo, “La poesía religiosa en Valparaíso”, donde el autor ha investigado con acuciosidad y ha puesto en evidencia que tal motivación no ha sido ajena a los poetas porteños de nacimiento, otros avecindados y otros residentes transitorios. La antología muestra la no despreciable cantidad de 150 poetas de todos los tiempos que dejan aquí su testimonio, incluyendo a dos sacerdotes: Bernardo Cruz Adler y Pedro Rubio Núñez y los poetas cuya inspiración religiosa fue más constante, como Carmenza, Eliana Navarro, Carlos Ruiz, entre otros. En esta antología excelente aparece también el poeta de Casablanca, Alejando Galaz Jiménez con su soneto “Angelus en el puerto”. O su antología “Poetas de Playa Ancha” en que hace una recopilación de diversos creadores que han poetizado en este sector de Valparaíso.
Alfonso Larrahona Kästen, sin dudas, tiene un lugar en la lírica chilena por ser un sobresaliente sonetista. Sabemos que desde las vanguardias en adelante el verso libre ha campeado en el discurso lírico. Hoy en día es raro descubrir sonetistas clásicos, es decir, poetas que logren aunar “en un rito de métrica perfecta” forma y contenido del texto poético. Juan Antonio Massone, él también poeta y miembro de la Academia de la Lengua, manifiesta que el soneto en Larrahona no es una casualidad, “sino un hospedaje y un plinto (pedestal, a la vez. Lo alberga sin sofocarlo, porque en catorce versos, debidamente rimados como lo exige esta forma, viaja, piensa, explora el sentir, recala en la memoria y avanza hacia lo ulterior”.
Como el mismo Massone lo destaca en un prólogo a los mejores sonetos de Larrahona –“Sinfonía secreta”-, el poeta porteño ha sabido beber en las norias de la lírica española del Siglo de Oro, pues la familiaridad que alcanza con el soneto es de “rotunda factura clásica”. Sin duda que las temáticas que un lector detecta en la lectura de sus poemas son aquellas constantes que se activan en la memoria a través del recuerdo como la niñez, el amor o la presencia de la madre y las múltiples experiencias del humano vivir y acontecer. Además, siendo un poeta de Valparaíso, el océano es un motivo recurrente como el propio puerto, el que queda plasmado con imágenes casi pictóricas: “Como barco sin par, ancho de luces,/ estás, Valparaíso, recostado/ a la orilla del mar donde traduces/ el sueño de tus cerros, desvelados/. Yo nací en tus violentos contraluces,/ junto al viento que fluye desatado,/ donde canta el amor, donde produces/ marinos de alma errante y sueño alado. /Fluir de ti es ser barco que zarpa,/ gaviota aventurera, mástil, arpa/ murmurando tu música despierta./ Es ser como la brisa o el mar fecundo…/ Valparaíso, corazón del mundo,/ ancha casa esperando, mano abierta”. Como lo reconocía otro común amigo escritor, Claudio Solar, el poeta Larrahona “no le teme al soneto y ejerce su arpa de catorce endecasílabos como un buen concertista”. Así lo demuestran sus libros “Asomado a mí mismo” (2007), “Sinfonía secreta” o “Con mi carjac vacío” (2011) donde quedan en evidencia su poesía de luminosas imágenes plasmadas a través de esta forma estrófica de raigambre clásica. También cabe dejar testimoniado que -a veces- ha incursionado en otras formas del poetizar. Así “Islas profundas” es un poema en 77 estrofas de diverso número de versos donde el hablante despliega su quehacer vital. En realidad, cada uno de los segmentos son como poemas individuales que llegan a plasmarse como verdaderos haikus: “No dejes de soñar aunque despiertes./ Encontrarás la estela de tu voz”.
Ad multus annus poetae, Alfonso Larrahona.
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