“Largo pétalo de mar” construye la trama sobre la base de la historia de Roser y Víctor desde la península en medio de los avatares de la guerra hasta su llegada a Chile y su consiguiente incorporación a la sociedad chilena. El relato se va dosificando con historias entrecruzadas que entretejen diversas vidas de amores y sombras –un guiño nuestro a una de las primeras novelas de la autora-.
Eddie Morales Piña. Crítico Literario. Imagen desde Libros Al Aire
El inicio de la lectura de la última producción novelesca de Isabel Allende como es habitual en su escritura, logra atrapar al lector desde el comienzo de la andadura narrativa; sin embargo, luego en sus casi cuatrocientos páginas, decae, remontando finalmente cuando nos acercamos al cierre de la historia. Lo anterior no indica que la novela se lea con interés, sino que simplemente tiene este ritmo narrativo.
El relato posee un título poético: “Largo pétalo de mar” (2019). En sí la frase es una metáfora lírica que tiene como autor al poeta Pablo Neruda, quien aparece ficcionalizado en el entramado narrativo y es citado en sus versos con profusión por quien narra. Por otra parte, los elementos paratextuales de la novela, específicamente la portada del libro son un indicio de la trama que se desplegará ante el lector. En la tapa de la obra aparece la proa de un barco de color rojo con una banda blanca en cuyo vértice superior se lee el nombre de la embarcación: Winnipeg. Al fondo se divisa un puerto que, a buen entendedor, es Valparaíso. Como es bien sabido, el mencionado barco trajo a Chile a refugiados republicanos españoles al término de la guerra civil gracias a las gestiones realizadas por el poeta Neruda. En consecuencia, la novela tiene como asunto la historia de una pareja de estos refugiados llegados en el famoso paquebote: Roser Bruguera y Víctor Dalmau, personajes literarios que no históricos.
Dentro de la producción narrativa de Isabel Allende –de por sí, profusa en el tiempo-, el diálogo con la historia general no ha estado ausente, por el contrario, ha sido una fuente permanente desde la que se ha inspirado para construir sus relatos. La relación entre historia y novela forma parte del devenir de la historia de la narrativa dando origen a un prototipo como lo ha sido la novela histórica y, más adelante, a una variante como lo es la denominada nueva novela histórica. En ambas modalidades de relatos históricos, sin duda, que deben prevalecer los elementos ficcionales. En el caso de la segunda de las nombradas, los anacronismos históricos pasan a ser caracteres propios de ella. El elemento añadido –según la terminología de Vargas Llosa- es lo que dará el carácter ficcional a la novela.
“Largo pétalo de mar” construye la trama sobre la base de la historia de Roser y Víctor desde la península en medio de los avatares de la guerra hasta su llegada a Chile y su consiguiente incorporación a la sociedad chilena. El relato se va dosificando con historias entrecruzadas que entretejen diversas vidas de amores y sombras –un guiño nuestro a una de las primeras novelas de la autora-. Una perspectiva maniquea en el desenvolvimiento de los hechos, así como en la presentación de los personajes que se nos aparecen planos en sus comportamientos y existencias individuales le da un toque de folletín a la novela que, en sí, no es un demérito, por cuanto como formato escriturario le permiten a la autora el despliegue de una historia entretenida, a pesar de los altibajos a que hicimos mención al comienzo. Como es habitual en las novelas de la escritora, los avances y anuncios de lo que se cumplirá en el futuro de la narración le otorgan un carácter especial al relato que desemboca en un desenlace sospechado. Los/as lectores/as acostumbrados a la narrativa de Isabel Allende quedarán plenamente satisfechos con esta su última producción.
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