La fe mueve fronteras. Evangélicos en espacios fronterizos chileno y boliviano, es un texto denso de más de trescientas páginas que narra una aventura muy particular que está -a su vez- consignada en el subtítulo de la obra. Es la aventura de la fe evangélica en espacios fronterizos. Lo anterior no deja de ser una odisea, donde la pequeña palabra juega un rol esencial. Sin fe, no sería posible.
Texto e imagen, por Eddie Morales Piña. Crítico literario.
La portada de este libro es, sin duda, un paratexto muy bien escogido. En realidad, toda la portada está con un excelente diseño para entrar en sintonía con el potencial lector/a de la obra. Las montañas nevadas -parecen ser volcanes- que se divisan en el plano terciario -podríamos decir- que evocan un segundo paratexto en que se afinca el título del texto. En primer plano hay unas barreras sobre una carretera. Intellectum tibi dabo, decía el poeta medieval Juan Ruiz, más conocido como el Arcipreste de Hita. Efectivamente, es así. Te he dado inteligencia. La fe mueve fronteras es una oración gramatical que nos remite a un texto bíblico neotestamentario donde el complemento ha sido cambiado. En el Evangelio según San Mateo (17, 20) se relata que Jesús dice a sus discípulos aludiendo a su poca fe: “Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: “Trasládate de aquí a allá”, y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes”. Este es el texto base que sirve de hoja de ruta del libro que sirve de pre-texto para escribir esta crónica. El núcleo central del asunto a tratar está evidentemente en el sustantivo de la oración: la pequeña palabra fe. La fe es la que mueve las montañas y las fronteras.
El párrafo anterior se refiere a un libro que acabamos de leer: La fe mueve fronteras. Evangélicos en espacios fronterizos chileno y boliviano. Es un texto denso de más de trescientas páginas que narra una aventura muy particular que está -a su vez- consignada en el subtítulo de la obra. Es la aventura de la fe evangélica en espacios fronterizos. Lo anterior no deja de ser una odisea, donde la pequeña palabra juega un rol esencial. Sin fe, no sería posible. La fe es una de las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Las tres están absolutamente imbricadas y para los creyentes la una lleva a la otra. En el texto bíblico se nos comunica que la más grande es la caridad, porque al final las otras dos desaparecen y permanece sólo la caridad -es decir, el amor a Dios, porque Dios es amor. La fe -de acuerdo a la Carta a los Hebreos- “es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hb 11, 1). Lo que se explaya en las páginas de esta obra, efectivamente, es cómo los evangélicos logran mover las fronteras sobre la base de estas tres virtudes.
La obra desde el punto de vista de su catalogación textual, -es decir, dentro de qué parámetros escriturarios y discursivos debiéramos ubicarla-, corresponde a lo que se denominan ensayos o artículos de orden académico. En otras palabras, estamos frente a un texto cuyo canal referencial es el resultado de un estudio e investigación acotada que está refrendada en el subtítulo. En la escritura de los diversos capítulos en que se estructura la obra dividida en dos partes han intervenido fundamentalmente sociólogos, antropólogos, educadores, entre otros. Cada uno de los/as autores/as da cuenta de diversos tópicos acerca de la aventura de la fe de los/as evangélicos/as en la zona fronteriza señalada. Como se trata de los resultados de una investigación, los textos cumplen fehacientemente con los requerimientos escriturarios de este tipo de discursividad académica. Los distintos capítulos pueden ser leídos independientemente los unos de los otros, pues las temáticas están plenamente focalizadas y desarrolladas siempre dentro de un eje en común: la fe del protestantismo y pentecostalismo en los espacios de fronteras chileno y boliviano. La distinción entre ambas modalidades de expresión de la fe es interesante para visualizar el fenómeno de la movilidad fronteriza y transfronteriza, que no sólo es la forma de ser de un apostolado y de una misionalidad en nombre Cristo, sino también nos permite captar la dimensión cultural de este mover las fronteras.
El compilador de las diversas escrituras es el sociólogo y doctor en antropología Miguel Ángel Mansilla, quien en el capítulo uno da los márgenes en que se visualizó el fenómeno en estudio que ha tenido distintos momentos desde el instante en que el evangelismo llega a la frontera a fines del siglo XIX hasta el presente. En este sentido, se rescatan figuras emblemáticas como los aymaras Braulio Mamani y Juan Tancara quienes luego de su conversión atraerán como pastores a comunidades enteras, según consigna la obra. El texto tiene capítulos muy interesantes -dentro de la condición densa de las argumentaciones académicas- como el dedicado a la música o el de las mujeres indígenas pentecostales en Alto Hospicio, por nombrar dos de los acabados estudios y ensayos. En la segunda parte de la obra destacada un aporte que se inscribe dentro de la categoría literaria de los géneros referenciales: la autobiografía como modelo de canalizar la intrahistoria, en este caso de Isaura que “es una forma de conocer, a través de una vida contada, sintetizada y resumida, que destaca la vida de mujeres que migran, de mujeres bolivianas, de mujeres indígenas, de mujeres aymaras, de mujeres evangélicas que traspasan la frontera y de cómo sus vidas median entre la nostalgia y la esperanza, entre el pasado y el presente; entre Bolivia y Chile”.
En síntesis, se trata esta obra de una interesante y documentada investigación sobre un hecho que sólo la fe hace posible: traspasar las fronteras movidos por aquella simple y grande palabra para los creyentes.
(Miguel Ángel Mansilla (compilador): La fe mueve fronteras. Evangélicos en espacios fronterizos chileno y boliviano. Santiago: RiL editores. 2021. 355 pág.)
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