El libro de Juan Cameron está estructurado sobre la base de cuatro segmentos escriturarios que se entrelazan entre sí por sus espacialidades, temáticas y la presencia de un sujeto lírico -que no es otro que el propio poeta transformado en un ente lingüístico- cuyo carácter primordial es ser un hablante poético que hace prevalecer lo lúdico, lo carnavalesco, la ironía, la erudición y la cultura en sus diversos momentos; un sujeto lírico que trabaja el lenguaje como un hacer poético donde los arcaísmos se plasman en una contemporaneidad que lo acerca al lector.
Texto e imagen por Eddie Morales Piña. Crítico literario.
Recientemente hemos leído el libro de poemas de Juan Cameron (Valparaíso, 1947) con un título de aquellos a que nos tiene acostumbrados después de un largo viaje por los jardines de senderos que se bifurcan: La Balada del Viejo Submarino. Cameron, sin duda, es una figura poética imprescindible en la lírica chilena del siglo pasado y en este veintiuno porque su obra poética es contundente y sobresaliente. En realidad, es un poeta de verdad. Antes de trazar algunos comentarios acerca de su último libro, quisiera manifestar que cuando preparábamos un libro acerca del Valparaíso del ayer en las revistas, especialmente universitarias, -2017- apareció el nombre de Juan Claudio Zamorano en la revista Chasqui de los estudiantes del Pedagógico de la ciudad puerto. Era julio de 1973 y probablemente fue el último Chasqui, pues luego vendría el Golpe militar. Ahí estaba Cameron junto a Eduardo Embry -otro emblemático poeta porteño anclado en un puerto de Inglaterra desde donde zarpó el Titanic. Cameron firmaba con su apellido paterno, después adoptó el otro y dejó establecido su marca escrituraria: Cameron. Pero al poeta le había seguido la huella desde antes de conocer aquel poema de Chasqui. Andando el tiempo fui jurado del Premio Municipal de Literatura de Valparaíso y mi opción fue por Cameron, que fue el galardonado. Posteriormente -o antes, no lo recuerdo- prologó uno de mis libros acerca de la escritura poética desde Berceo hasta Zurita donde hacía una reflexión entre lo apolíneo y lo dionisiaco de quien escribe la crónica. Cameron es una figura emblemática en Valparaíso y en otras latitudes. Su obra poética es abundante y ha sido reconocida con diferentes premios literarios. Cuando aún andaba por Valparaíso, de vez en cuando lo encontraba en un café y no dudaba en sacar uno de sus libros, dedicarlo y entregarlo a quien redacta. Puedo manifestar que he leído una buena parte de su producción escrituraria. Cameron, no me cabe la menor duda que debiera ser un Premio Nacional de Literatura, o yendo más allá obtener uno internacional como el Cervantes. En otras palabras, no estamos ante un poeta de tono menor.
La portada que contiene el título de la obra publicada este 2024 es un paratexto significativo desde el punto de vista del simbolismo que puede tener para quien lee. Toda obra literaria se ofrece al lector con el fin de que este dilucide lo que está más allá de la mera superficialidad del texto. Entre texto y lector se establece un diálogo connotativo. Estamos en la estética de la recepción literaria. Así, veremos si el horizonte de expectativas que ofrece la textualidad se entrecruza y amalgama con las del lector. En este caso de Cameron, sin duda, que tal fenómeno se produce con creces. La portada está diseñada sobre un fondo blanco, lo que contrasta con el título, puesto que la alusión a un submarino nos lleva denotativamente a un espacio donde este suele encontrarse: el océano que nos remonta a aguas de un color distinto. Sin embargo, dicho contraste pictórico se diluye porque en la portada hay una especie de cachalote en tonalidad azulina desde donde emerge una figura que pudiere ser ese navío que se sumerge en las profundidades marinas y que con su periscopio observa la superficie. Al nivel inferior de la portada está el submarino en una tonalidad oscura y una imagen que bien pudiera ser como una bomba de aquellas que se lanzaban en la Segunda Guerra Mundial desde las alturas. El título de la obra de Cameron está tomado de uno de los poemas que están al interior del libro: La Balada del Viejo Submarino. En este poema hay dos elementos semánticos que forman parte de la frase. El núcleo es la palabra balada, mientras que el complemento del nombre es viejo submarino. La balada nos remonta a una forma escrituraria perteneciente a la lírica medieval. Efectivamente, la balada es de la baja Edad Media -siglo XIV- y tenía una forma de ser cortesana -amor cortés de por medio- donde la musicalidad del verso emanaba de la propia estructura del poema. Como toda obra poética del medioevo, la balada trasuntaba un temple de ánimo melancólico. Las baladas del Cameron se remontan a este espíritu, sólo que ahora nos enfrentamos a una percepción del mundo del hablante donde la añoranza de un tiempo pasado que se hace presente y subsume al otro, nos sitúa en una espacialidad rememorada -el submarino que emerge- y que puede quedar centrada en el presente. La balada que da título al poemario entrega la segunda clave de lectura del libro cameroniano. No me cabe la menor duda que el complemento alude al yellow submarine. La connotación me vino desde el instante de leer el título del volumen. Luego en la lectura en la página 27 estaba el código interpretativo. El viejo submarino es el submarino amarillo de The Beatles, la popular balada de los británicos de los años sesenta en que emergió -valga el verbo, dado que estamos en un poemario que hace surgir a la superficie muchos elementos que constituyen los constructos imaginario-poéticos del poeta de Valparaíso -aunque a estas alturas es universal. No hay que olvidar que la cultura pop -o pop art– forma parte de aquellos códigos que el lector atento ha observado en la poética de Cameron en el transcurso de su obra –La pasión según Dick Tracy (2017), por ejemplo.
El libro de Juan Cameron está estructurado sobre la base de cuatro segmentos escriturarios que se entrelazan entre sí por sus espacialidades, temáticas y la presencia de un sujeto lírico -que no es otro que el propio poeta transformado en un ente lingüístico- cuyo carácter primordial es ser un hablante poético que hace prevalecer lo lúdico, lo carnavalesco, la ironía, la erudición y la cultura en sus diversos momentos; un sujeto lírico que trabaja el lenguaje como un hacer poético donde los arcaísmos se plasman en una contemporaneidad que lo acerca al lector. Los segmentos son Los cuentos del lobo, El discurso del francotirador, De la urdimbre y la peste y Otros poemas. Rasgo distintivo, además de la poética de Cameron es la forma de titular, verbigratia, Versos atribuidos al joven Francisco María Arouet y otros textos desclasificados (2000) y Ciudadano discontinuado (2014). Quienes hayan sido sus lectores sabrán por qué afirmo esto. En cada momento en que entreteje la urdimbre poética, el lector podrá darse cuenta de esta recurrencia del poeta a entrelazar el producto -la escritura poética- y la vida. Hay varios poemas que hacen emerger el pasado del hablante -el submarino- donde a veces hace broma -irrisión- de su existencia. Cameron es así, lo que es muy saludable: “Yo soy el último del curso el peor en conducta el rezagado/ el más chico en la fila el que cierra la lista/ el de tinta chorreado el mameluco” (Álbum escolar). El último de la lista, Zamorano. La nostalgia -véase la etimología de la palabra- también se hace presente cuando el submarino aflora y saca a la superficie lo que lleva adentro antes del ser devorado por el cetáceo de la portada, como en Homenaje a las cosas: “Digo adiós a las cosas tomadas y olvidadas/ a billeteras y peinetas/ a las antiguas gafas que partieron llevándose mi vista/ a los anteojos ahumados quebrados o rayados o/ perdidos en el tráfago del verano…”. El tiempo presente de la época posmoderna -ahora con la Inteligencia Artificial incluida- el hablante no la soslaya como en A mí no me gustan los GPS o en Punto de mira donde poetiza a los drones: “La lente del dron enfoca a simple vista/ las siluetas en gris entre las zarzas/ soldados en la estepa/ soldados en trincheras cavadas por la noche…”. El hablante que dialoga con episodios históricos y les da una mirada otra también está en más de un poema como en Grabado del Marqués de Ballenary: “Yo soy aquel Ambrosio el hijo de los Higgins…”.
En síntesis, estamos ante un texto de un poeta sobresaliente, mayor, imprescindible, y podrían seguir los calificativos. Sólo sé que Juan Cameron, Cameron -como se le conoce-escogió una extraña profesión: “Extraña profesión esta la mía/ este hablar como loco por levantar castillos/ que nadie habita o pide/ y existen sin embargo sin tiempo y sin espacio”. Esta extraña profesión la demuestra con creces en este submarino poético: la balada de Cameron.
(Juan Cameron. La Balada del Viejo Submarino. Valparaíso: Editorial After Poetry. 2024. 76 pág.)
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