Chile despertó distinto tras la segunda vuelta. Conscientes de que los cambios no serán nada de fáciles, lo primero que ha asegurado el presidente Boric es que la Convención Constitucional siga adelante con la redacción de la nueva Carta Magna, para ser sometida a plebiscito. Y el gabinete que le acompaña, con casi la mitad compuesta por mujeres, dará otra visión de la sociedad que tanto estamos al debe.
(Crónica de Espacio Regional. Imagen desde Twitter de Gabriel Boric)
Qué ganas de hablar. Pero también, de pensar y mantener. No, no es baladí lo que estoy diciendo. El camino que ha tomado la sociedad chilena, tras el estallido social de 2019 y los coletazos de la Covid19, fueron el cúlmine del gran malestar que nos afectaba: el sistema de libremercado o neoliberalismo que fue amparado por la Carta de 1980 y sus reformas que la afianzaron, bajo la falsa promesa de los gobiernos posteriores a 1990.
No, no es sacar ventaja de lo que fue en su momento una economía prometedora, sino que los efectos esperados, sólo beneficiaron a la clase dominante, que no se preocupó de los derechos sociales y terminó en grandes ganancias para ellos, mientras uno, a lo que el escuálido salario mínimo podía satisfacer la subsistencia de millones de personas.
Las ayudas estatales, no daban abasto y hubo que endeudarse, para sobrevivir. Por otro lado, las constantes informaciones sobre corruptela en las FF.AA. y partidos políticos “tradicionales”, se transformaron en casos de corrupción como tal. Y fueron algunos de los ingredientes que terminaron por colapsar a la ciudadanía y se tradujeron, por ejemplo, en las evasiones masivas encabezadas por los estudiantes secundarios. La consigna: “No son 30 pesos, son 30 años”, en alusión al alza de las tarifas del metro o subte de Santiago, fue lo que colmó la paciencia, el 18/19 de octubre de 2019.
Millones de chilenas y chilenos en las calles, represión, rabia, fuego. Hasta la pausa necesaria, un acuerdo que permitía al país iniciar de manera pacífica, el camino hacia una Nueva Constitución. Acuerdo que no agradó a todos en un principio, pero evitó que más sangre se desparramara de la que ya había cobrado muchas víctimas.
Y entre las elecciones de constituyentes y municipales, junto a la imagen del ex presidente Sebastián Piñera por el suelo, la centro izquierda logra ponerse de acuerdo en un programa común, bajo el pacto electoral “Apruebo Dignidad”, que reunió al Partido Comunista (del pacto Chile Digno) y al Frente Amplio (compuesto por Revolución Democrática, Convergencia Social y Comunes). Junto a independientes, lograron un paso histórico pero estrecho a segunda vuelta y en diciembre de 2020, el candidato Gabriel Boric Font superó por un millón de votos al postulante de extrema derecha.
Chile despertó distinto tras la segunda vuelta. Conscientes de que los cambios no serán nada de fáciles, lo primero que ha asegurado el presidente Boric es que la Convención Constitucional siga adelante con la redacción de la nueva Carta Magna, para ser sometida a plebiscito. Y el gabinete que le acompaña, con casi la mitad compuesta por mujeres, dará otra visión de la sociedad que tanto estamos al debe.
Las soluciones mágicas, no existen, a pesar de las altas expectativas. De llegar a aprobarse la Nueva Constitución, su puesta en práctica, va a tomar su tiempo en ver qué cambios tendrá esta sociedad, que intenta recomponerse del individualismo imperante, para recordar que nadie está solo, sola, en cada área del conocimiento y el desarrollo personal y económico. Una tarea compleja, simbolizada en el árbol de la Esperanza, al cual Gabriel Boric se subió en su natal Punta Arenas. Y los simbolismos, ayudan y fue el ícono de su campaña.
Y esto, recién comienza. Y por eso, es mejor hablar, con los pies en la tierra, como el retiro de las 139 querellas por Ley de Seguridad del Estado, que pesaban sobre las y los detenidos por el estallido social: personas que aún están en prisión sin que se aceleren sus juicios, en una abierta persecución política que dejó el gobierno saliente. Bueno, una de las tantas decepciones que deja una Presidencia que sólo sirvió para desmantelar la fe pública y las instituciones que dan pie a la República. Es hora de subirse al árbol de la Esperanza.
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