La obra de Patricia Cerda podemos catalogarla dentro de la tipología de García Gual como una biografía novelesca, pues está centrada la trama en un sujeto histórico como lo fue Ercilla, poeta y soldado, a la vez, o al revés. En él se conjugan el viejo tópico de las armas y las letras, como aconteció en la época del Renacimiento, el Manierismo y el Barroco.
Crónica e imagen, por Eddie Morales Piña, crítico literario.
La novela histórica, sin duda, tiene una larga prosapia en el devenir de la literatura universal. En realidad, toda materia narrativa, de alguna manera, está inserta en un contexto histórico y, en consecuencia, posee elementos de esa naturaleza. Toda obra literaria -en este caso, la novela- responde a los parámetros de un tiempo y un espacio. Usando una conceptualización teórica de lo que se denomina sociología de la literatura, el relato está incrustado en una estructura estructurante que es la concepción de mundo -la ideología- desde donde emerge como narración.
Sin embargo, la novela histórica tiene un momento preciso de su aparecimiento en la literatura. Según García Gual, dicho formato escriturario ya está en el mundo helenístico, mientras que Lukács manifiesta que este aparece con las clásicas novelas de Walter Scott. Sobre la novela histórica hay múltiples formas de apreciarla y de determinar el modo cómo esta se manifiesta en la creación. Cuando el lector/a se enfrenta a esta modalidad narrativa sabrá que no está en presencia de una discursividad histórica.
No es Historia, así con mayúscula, sino una recreación de un personaje, un tiempo y un espacio, donde prevalece la imaginación o la fabulación de los eventos narrados, en otras palabras, lo que Vargas Llosa ha denominado el elemento añadido, es decir, lo que le otorga al texto su condición ficcional. No hay que olvidar que, en su Poética, Aristóteles decía que la Historia cuenta los sucesos tal como estos ocurrieron, mientras que la poesía -la creación literaria- los imagina cómo estos debieran haber ocurrido. Allí está el quid del asunto.
Con el trascurso de la historiografía literaria se comenzó a discurrir acerca de los silencios de la Historia y dio como producto un nuevo formato suficientemente estudiado, la Nueva Novela Histórica. El texto de Patricia Cerda se enmarca sobre los parámetros de la clásica estructura. La obra tiene por título Ercilla y las contradicciones del Imperio (2023). La autora es una historiadora, que según la solapilla del libro ha incursionado en la narrativa literaria recreando diversos momentos de la Historia. En este último libro aborda a un personaje histórico que está dentro de nuestro imaginario, el poeta Alonso de Ercilla y Zúñiga.
La obra de Patricia Cerda podemos catalogarla dentro de la tipología de García Gual como una biografía novelesca, pues está centrada la trama en un sujeto histórico como lo fue Ercilla, poeta y soldado, a la vez, o al revés. En él se conjugan el viejo tópico de las armas y las letras, como aconteció en la época del Renacimiento, el Manierismo y el Barroco. La escritura llevada a cabo por hombres de armas que dejaban atestiguado a través de poemas, crónicas o relaciones el acontecer histórico en que les cupo participar. En este caso, la autora toma la figura de Ercilla, quien fue paje y gentilhombre del príncipe Felipe de España y que llegó a lo que era el reyno de Chile tras la muerte de Pedro de Valdivia en 1557.
En el tiempo que permaneció en el territorio -dos años- fue recogiendo sus experiencias personales y vicisitudes bélicas que le permitieron escribir el poema épico que le dio la fama: La Araucana. García Gual -a quien recomiendo en todos sus ensayos- argumenta que, sobre la base de datos biográficos, el novelista “teje una trama que reviste de carne y color al modelo”, en este caso Ercilla -quien es el protagonista de la novela- y una serie de otros personajes históricos que tuvieron relación con él, así como de personajes indígenas que en el poema quedan nombrados ad aeternum. El teórico español citado advierte que “en principio el autor siente una especial simpatía por su personaje y no es raro que lo trate apologéticamente, reivindicando su memoria y abrillantando su imagen”. En el caso de la novela de Patricia Cerda, sin duda, que se advierte una especial atracción por el poeta soldado/soldado poeta Ercilla, pero el relato nos lo muestra dentro de los márgenes como la Historia lo ha consignado.
La novela está claramente articulada en cuatro partes que siguen la temporalidad histórica que le cupo vivir a Ercilla. Esta estructura cuaternaria es interesante por cuanto la autora planificó la argumentación sobre la base de cuatro momentos vivenciales: la etapa previa al viaje a las Indias, luego la permanencia en el reyno y el posterior regreso al centro del Imperio y un desenlace. En el transcurso de estas instancias o núcleos narrativos, Patricia Cerda a través del narrador nos muestra a la diosa Fortuna como la que dirige los pasos del poeta soldado/soldado poeta. Esta conexión con lo mitológico es relevante, por cuanto es un guiño al poema que Ercilla escribirá sobre la retórica clásica donde estarán los códigos renacentistas, manieristas y barrocos en la elaboración de La Araucana, un poema triádico, construido sobre la base de las lecturas de Ercilla de la cultura clásica.
La vuelta de tuerca de Ercilla está en que su poema elige un protagonista colectivo y no individual. Son los araucanos y españoles a la par, no al estilo de la épica clásica. La autora como buena historiadora se ha documentado al escribir el relato. Este se ajusta casi ciento por ciento a la historiografía no sólo literaria. Pero estamos frente a una novela. En otras palabras, es la mirada poética -la poiesis clásica- la que prevalece. Aunque a veces la discursividad discurre por una argumentación más bien del relato histórico, lo que se detecta incluso en el título. Este bien podría ser la denominación de un ensayo. Poéticamente, no es una denominación afortunada -a propósito de la Fortuna- para una novela. Al menos en tres de las cuartro partes en que se divide la trama novelesca, la autora Patricia Cerda asume su papel autorial.
En otras palabras, desde el Berlín del siglo veintiuno -lugar donde reside-, interpela y dialoga con el personaje central. Este quiebre de la presencia del narrador ficticio es una manera posmoderna de interactuar en la discursividad narrativa. El epílogo, a su vez, nos hace salir de lo ficcional y entrar en un espacio donde la historicidad recupera sus territorios.
En síntesis, la novela de Patricia Cerda es una buena forma de entrar en la vida de un personaje como Ercilla que le dio existencia poética a nuestro país en un poema épico que dialoga con las estructuras clásica de la literatura universal. Más aún cuando la escritura colonial se encuentra casi desaparecida de la enseñanza de la asignatura de Lenguaje en el currículo escolar.
(Patricia Cerda. Ercilla y las contradicciones del imperio. Penguin Random House. Grupo Editorial. Edic. B. 2023. 325 págs.)
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