Alsino es un muchacho campesino, criado con su abuela y junto a su hermanito, el pequeño Poli. No tiene otra aspiración en la vida que volar. En una oportunidad, convencido de que puede mantenerse en el aire como los pájaros, se lanza al espacio desde la cima de un árbol. Su abuela lo recoge medio muerto y lo lleva a casa. El golpe le ha deformado la espalda; nace en ella una gran joroba que pronto habrá de transformarse en unas alas poderosas.
Crónica literaria de Eddie Morales Piña
Hace treinta y cuatro años atrás escribí un artículo sobre la novela “Alsino” del escritor chileno Pedro Prado donde abordada el texto sobre la base de una visión mítica de la realidad recreada en el relato. Sostenía como hipótesis en aquel trabajo que en “Alsino” subyacía una estructura mítica de las objetividades narradas según el esquema arquetípico de la aventura del héroe. En ese entonces estaba de actualidad un texto teórico y analítico de Juan Villegas que, precisamente, basándose en “El héroe de las mil caras” (1959) de Joseph Campbell, proponía una forma de acceder al texto literario desde la perspectiva de un método mítico.
La novela de Pedro Prado, sin duda, que se prestaba para realizar un análisis e interpretación aplicando las nomenclaturas propuestas por Villegas en “La estructura mítica del héroe” (1978), pues el relato muestra la historia de un niño al que le crecen alas. En este sentido, el escritor chileno se adelantaba en unos cuántos años al recordado cuento de Gabriel García Márquez, “Un señor muy viejo con unas alas enormes” (1968), dentro de la cosmovisión del realismo mágico. Prado, de alguna manera, hace algo parecido conectando su relato con la historia mítica de Icaro y Dédalo.
Como escribía en aquel artículo de 1986, dentro de la literatura chilena moderna Pedro Prado –Premio Nacional de Literatura 1949- constituye un caso singular, especialmente por la obra mencionada, publicada en 1920. Era una novela que ingresaba de hecho en una forma narrativa que se apartaba de los cánones vigentes en el momento de su emergencia. El ingrediente maravilloso –el niño al que le crecen alas- ponía el relato en una situación inusitada, a pesar de que mantenía los cánones de la literatura que marcaban la impronta en aquellos años: una literatura criollista. Prado de acuerdo a la periodización de Cedomil Goic pertenece a la generación de 1912 conocida como la del Mundonovismo literario. “Alsino” fue publicada en plena vigencia de esta sensibilidad generacional y en la novela encontramos rasgos que definen al período como el redescubrimiento de la naturaleza y el paisaje americano. El narrador adopta una perspectiva panteísta en la representación de la realidad mediante un lenguaje poético –en el sentido de lirismo- que adscriben el relato a la denominada novela lírica: “un género híbrido que usa la novela para acercarse a la función de un poema”, esto es, en el determinado efecto lírico que provoque en el/la lector/a un trozo narrativo donde predomina más que nada la sensibilidad y el temple de ánimo de un hablante.
Alsino es un muchacho campesino, criado con su abuela y junto a su hermanito, el pequeño Poli. No tiene otra aspiración en la vida que volar. En una oportunidad, convencido de que puede mantenerse en el aire como los pájaros, se lanza al espacio desde la cima de un árbol. Su abuela lo recoge medio muerto y lo lleva a casa. El golpe le ha deformado la espalda; nace en ella una gran joroba que pronto habrá de transformarse en unas alas poderosas. Se escapa del hogar y empieza una vida que nada difiere de las aves. El contacto con la naturaleza le inspira hermosos cantos. En algún momento, será sorprendido por los lugareños, quienes le cortan las alas, lo maltratan y lo obligan a permanecer en un lugar desde donde escapa. Una muchacha se enamorara de él, pero sin ser correspondida, esta acude a una hechicera quien le da un bálsamo para que ponga en los ojos de Alsino, pero este queda ciego. Emprende nuevamente el vuelo, mas al no ver el lugar donde debía posarse, se golpea y hiere gravemente. Las aves lo cuidan y lo alimentan hasta que emprende su último vuelo.
Hace unos cuantos años atrás, manifestaba que Alsino se configuraba como un paradigma del hombre ascensional, es decir, un personaje que busca y aspira a un tipo de vida más auténtica y trascendente. Es sintomático desde el punto de vista simbólico que Alsino busque un árbol para realizar su primer intento por volar, porque “el árbol es la primera escala misteriosa que la naturaleza ofrece al hombre para permitirle soñar en la ascensión a las capas celestes y llegar así a la mansión trascendente”. El simbolismo de las alas y su relación con el vuelo son relevantes en el instante de interpretar desde la perspectiva mítica la obra de Pedro Prado. Las alas simbolizan la espiritualidad, la imaginación, el pensamiento, significan la posibilidad de la evolución espiritual. Es evidente que el nacimiento y el crecimiento de las alas vienen a significar para Alsino un conocimiento diferente del mundo y de la naturaleza que le permiten acceder mediante la ascensión a una forma de espiritualidad distinta. Gastón Bachelard (1958) explica en uno de sus libros que todo lo que asciende implica una voluntad de elevación y espiritualidad.
La mutilación de Alsino representa la pérdida de la libertad, de la potestad del movimiento e indica, además, la incomprensión del mundo (como en la novela “Patas de perro” de Carlos Droguett). Las alas –símbolo del hombre ascensional- se transforman en elementos que despiertan la codicia de Javier Saldías, quien desea comercializar a este niño fenómeno. El último vuelo de Alsino una vez que ha sido cegado lo hace ascender hacia lo más alto: “el roce de su cuerpo con la atmósfera, cada vez más densa, comienza por encender sus alas y, rápido, como un vértigo, el fuego se apodera de él y lo consume”.
Este año que está por terminar, la novela de Pedro Prado cumple su centenario desde su emergencia en el espacio literario chileno. No sé qué resonancias podrá provocar hoy entre sus eventuales lectores/as. Puede parecer un relato tan alejado en el tiempo con una forma narrativa aparentemente anquilosada. Sin embargo, la historia de Alsino sigue resonando, por cuanto mantiene la frescura de una historia que trasciende –precisamente- el paso del tiempo.
Deje su comentario en su plataforma preferida