La precarización del empleo y la utilización con fines propagandísticos que se desechan en minutos con profesionales de las comunicaciones detenidos ilegalmente, hunden la libertad de expresión, tan necesaria en el Chile de hoy.
Carlos Danilo Alarcón Astete. Periodista. Director de Espacio Regional.
Periodista. Camarógrafo. Reportero. Corresponsal. Freelance. Animador. En fin, diversas funciones y posiciones a la hora de informar para un medio de comunicación, muchas veces todo en uno, hace del periodismo una actividad multifacética pero no exenta de problemas.
Desde el mismo 18O, las imágenes y los relatos inundaron las radios, televisoras, redes sociales, portales informativos. Hasta que llegó la orden de La Moneda de silenciar todo. Bueno, casi todo. Los que se atrevieron, fueron gaseados, golpeados, heridos, detenidos y sin reparación o disculpa de la autoridad respectiva. La misma, a la cual le seguimos dando ínfulas en los reportes diarios sobre el Covid-19, mostrando un distanciamiento luego de usar(nos) como tribuna.
La precarización del empleo y la utilización con fines propagandísticos que se desechan en minutos con profesionales de las comunicaciones detenidos ilegalmente, hunden la libertad de expresión, tan necesaria en el Chile de hoy. La prensa independiente ha sido la más afectada con las constantes detenciones y abusos policiales, propios de una Dictadura (son los hijos de los cómplices pasivos que el mismísmo presidente Piñera mencionó, cuando le convino). Sin armas más que las cámaras y micrófonos, los celulares y las transmisiones en vivo. Pero también los medios tradicionales: primero, despidos masivos en diarios y cierre de secciones y luego, despachos desde un furgón de Carabineros, sin medidas preventivas por el Coronavirus.
El 1° de Mayo, Santiago y Valparaíso sufrieron la versión más contradictoria de las políticas gubernamentales. Mientras se alentaba a reabrir el comercio pero sin la distancia mínima (vender y vender como si se fuera a acabar el mundo), miles de personas atestaban malls, caletas pesqueras y supermercados; por otro lado, una marcha absolutamente pacífica de menos de 50 personas convocó a decenas de funcionarios policiales que, para variar, reprimieron hasta los letreros. Y gaseando sin pudor a los profesionales de la prensa, incluso deteniendo a varios colegas, como el presidente regional del Colegio de Periodistas, dejándolo detenido toda una noche y al día siguiente, su detención fue declarada ilegal, dejándolo libre sin medidas cautelares, menos mal.
¿Cuántos casos seguirán ocurriendo para silenciar a la prensa? Si hablamos de orden y patria, de seguridad y oportunidades, no se ha alzado la voz ni en tribunales ni en declaraciones de un Presidente de la República, de un ministro o ministra, de algún intendente o gobernador/a, menos de las fuerzas de emergencia, que reconozca los errores y excesos procedimentales que, lamentablemente, se han institucionalizado. La respuesta del gremio, de los colegiados y de los que no, debiera ser no cubrir más las noticias del nivel central (país, región, comuna), mientras no pare la persecución a la prensa, en todos sus niveles. Eso sería un gran paso para rescatar de la “bota sucia que nos ultraja”, parafraseando a Patricio Manns, en búsqueda de una nueva forma de hacer periodismo, de respeto por el trabajo y mejora de sus condiciones laborales. Apagar la cámara, de ser necesario, para que esa misma Autoridad entienda y sepa que se debe cuidar la Democracia y, por extensión, la Libertad de Expresión.
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