El afiche de la Copa Mundial Rusia 2018 muestra a un arquero que tiene un significado único de espacio y tiempo para el país organizador del Mundial: Lev Yashin. Este jugador ruso fue el único guardameta en la historia en levantar un Balón de Oro y, como si fuera poco, participó de cuatro grandes competencias en 1958, 1962, 1966 y 1970.
Por José Albuccó, académico de la Universidad Católica Silva Henríquez. Imagen desde Webdo.tn
Faltan algunos días para el solsticio, evento astronómico al cual se le atribuye el inicio del verano o del invierno según el hemisferio donde se habita. Estos acontecimientos celestes marcan momentos simbólicos para la cultura, determinando el día más largo y más corto del año respectivamente.
Los solsticios han sido celebrados desde el origen por los humanos, independiente de su región y o cultura. Sugieren una asociación a la mudanza de estación, tal vez herencia de nuestro pasado neolítico, momento en que el hombre pasó a depender más de la agricultura y de las condiciones climáticas para sobrevivir. Así el carácter universal de esta ceremonia simbólica se ha convertido en un rito que se repite, de forma invariable, de acuerdo a un conjunto de normas ya establecidas.
Cuando estemos en la fase inicial del solsticio, 32 naciones y culturas estarán expresando su diversidad cultural, conviviendo e interactuando entre ellas dentro de un mismo espacio geográfico compartido, Rusia 2018.
Más que un encuentro deportivo o financiero, la Copa Mundial de Fútbol hoy es un rito contemporáneo y donde podremos apreciar las diferentes expresiones culturales propias de cada pueblo, país o región presentes. Para algunos de los asistentes a este ceremonial será el espacio vinculado a la purificación (como el bautismo), la sangre (los sacrificios), la consagración (la investidura), el agradecimiento o el perdón.
Nuestra memoria social está presente en este hito de los tiempos modernos, como una constante que transforma y rehace continuamente cada elemento en una variable repartida entre el espacio y el tiempo.
Desde el 13 de julio de 1930, fecha del Primer Campeonato Mundial de Fútbol, esta celebración deportiva se ha enmarcado en el solsticio, momento en el que se manifiestan los diversos aspectos de la vida material e inmaterial del hombre. En Rusia 2018, se explicitarán y se plasmarán las manifestaciones culturales, religiosas y políticas de cada selección, como viene sucediendo desde hace 88 años.
El afiche de la Copa Mundial Rusia 2018 muestra a un arquero que tiene un significado único de espacio y tiempo para el país organizador del Mundial: Lev Yashin. Este jugador ruso fue el único guardameta en la historia en levantar un Balón de Oro y, como si fuera poco, participó de cuatro grandes competencias en 1958, 1962, 1966 y 1970.
El isotipo de Rusia 2018, imagen identificatoria de esta cita mundialera, es un balón dividido en dos partes: una pelota de la época del gran portero y la masa terrestre de Rusia vista desde el espacio, que refleja una llave en la exploración espacial. Su creador, Igor Gurovich, señala: «El estilo de los carteles posconstructivistas soviéticos de los años 1920 y 1930, su lenguaje visual único, una nueva y fresca poesía de imágenes figurativas, se convirtió en uno de los elementos más importantes y venerados de la cultura rusa».
Este momento, además y coincidentemente, nos encuentra en la discusión sobre la propuesta de los científicos de la Universidad Nacional de Investigaciones Nucleares y del Instituto de Astronomía de la Academia de las Ciencias de Rusia, quienes proponen almacenar los objetos del patrimonio cultural universal en la Luna, con el fin de salvarlos de las guerras, el terrorismo y de los desastres naturales e industriales de la Tierra.
Rusia 2018 es más que un juego de balón. Es la expresión de los ritos contemporáneos y la resignificación de los mensajes culturales, en su lenguaje y visualidad de cada nación participante.
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