La última obra que ha nacido de la creación literaria del escritor chileno Sergio Infante (Santiago, 1947) es una novela breve -la denominada nouvelle– como aquellas cervantinas que conforman las novelas ejemplares. Este texto de nuestro autor nos trajo las resonancias de la literatura clásica, más aún cuando en el título aparece el vocablo lazarillo que está en un relato inolvidable de la narrativa hispánica aurisecular.

De Sergio Infante hemos leído más de uno de sus textos que provienen desde el ámbito de la narrativa y de la lírica. En ambos espacios se maneja con una propiedad significativa marcando una impronta en su quehacer creativo en los márgenes de la literatura chilena contemporánea. La poiesis del autor está sustentada sobre la base de una imaginación donde hay un diálogo permanente entre texto y contexto. El plano lingüístico es insoslayable en este sentido, pues la palabra bien ejecutada es la que nos conforma el plano temático y, en consecuencia, la urdimbre en este caso narrativa. Al mencionar ambos planos estamos pensando en Félix Vodicka y Oldrich Belic, por tanto, en una perspectiva estructuralista. Siempre se pensó que esta forma teórica estaba alejada de los contextos, sin embargo, eso valió para el estructuralismo más radical al enfrentarse a la obra literaria.

Texto y contexto, en este sentido, son relevantes al momento de acceder a una lectura hermenéutica de una obra. En otras palabras, las obras literarias siempre han respondido a un eje contextual que alude a un tiempo y a un espacio donde los personajes se desenvuelven conformando la trama y la historia a que el narrador/a nos convoca. Aunque sea un relato cuyos elementos constitutivos estén en los márgenes de lo maravilloso o de lo fantástico. La novela breve de Sergio Infante está estructura en un contexto de la historia reciente en nuestro país, aunque uno de los motivos literarios desplegados en la narración está tomado de una situación que impactó a la humanidad hace algún tiempo y de la que todos tenemos memoria.

En esta novela de Sergio Infante confluyen dos situaciones históricas, por tanto, vivenciales. La tematización del estallido social y la posterior pandemia del COVID son las bisagras estructurantes de la historia que tiene como protagonista a Claudia, una joven estudiante universitaria, y a Mariano, su abuelo lazarillo. Como bien es sabido, este término designa a quien conduce a otro, especialmente a un no vidente -tal como aparece en el Lazarillo de Tormes en el primer tratado. La concentración narrativa del relato de Infante es uno de los méritos insoslayable que posee la novela. Cada uno de los segmentos diegéticos tiene un título, al modo de las novelas clásicas -como el Lazarillo– que funcionan como paratextos. En otras palabras, entregan luces interpretativas de los que va a acontecer en las páginas que les siguen. Por destacar uno de ellos, Dos madres, revelará al lector un detalle importante respecto de Claudia, sino que, además, en la primera línea se inmiscuye una voz autorial que dice: Para quien dicta estas páginas es un misterio saber si el abuelo lazarillo conocía -o no- los pormenores de la gestación de su nieta. El manejo de la voz narrativa en esta novela es otro de los méritos de Sergio Infante como autor.

La disposición de la historia está fundada sobre el estallido social y la pandemia. Estos dos momentos son el asunto según como lo entendió W. Kayser: es lo que vive en tradición propia, ajeno a la obra literaria, pero que va a influir en el contenido de ella. Claudia estudia Astronomía y quedará cegada por un perdigón en el estallido social. Su abuelo Mariano se convierte desde ese momento en su lazarillo, pues vive con él. En medio de las conversaciones entre ambos, el relato se va desplegando y el lector conocerá a otros personajes relacionados con ellos, tanto en el presente narrativo como en los saltos temporales que realiza el narrador. De este modo, el relato se configura como un friso existencialista. La pandemia del COVID acrecienta la relación entre nieta y abuelo. El desenlace tiene un cariz emotivo y profundo, y se descubre quién es aquella voz que narra. En definitiva, la novela de Sergio Infante es un relato muy bien estructurado desde el punto de vista de su articulación como obra de lenguaje, que plasma una relación humana inolvidable: la de la Niñaclau y su abuelo lazarillo. Una novela ejemplar.

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