La nouvelle de Muñoz Molina se articula sobre la base de una retórica de un relato en primera persona donde el narrador innominado -nunca sabremos su nombre- nos revelará que él fue el detentador del secreto hasta que por aquellos avatares del destino se va de lenguas y hecha todo a perder. Lo trágico cómico del asunto está que ante el desbarajuste provocado por el rompimiento del secreto y la persecución de quienes estaban detrás, el régimen franquista dejó de ser poco después con la muerte natural del caudillo de España.
Texto e imagen, por Eddie Morales Piña. Crítico literario.
Estamos frente a una nouvelle, es decir, a un relato corto como las novelas ejemplares cervantinas. El título es atrapante porque siempre que hay un secreto de por medio se despierta el interés, en este caso del lector. El secreto queda revelado andando la trama de la nouvelle para quien ingresa a la lectura, no así para los que forman parte de la historia. Guardar un secreto es como un sigilo sacramental. Secreto es aquello que se guarda bajo llave. Es como el diario de vida que sólo quien lo escribe tiene acceso a lo puesto en él. Es como un cónclave, cerrado con llave. En el relato quien posee el secreto lo rompe y se desencadena lo inesperado. La portada pareciera indicar lo que significa el secreto. La mujer que corre cubriendo su boca con un paño simbólicamente alude a cerrar el espacio por donde se emiten las palabras, el lenguaje. La imagen de la mujer, por el contrario, alude a una protesta callejera donde se escapa de los gases de las fuerzas policiacas. Los pantalones de la mujer –patas de elefante, como se decía- nos sitúan en décadas pasadas cuando se usaba así dicho vestuario.
El dueño del secreto es una novela breve del destacado escritor español Antonio Muñoz Molina, nacido en Úbeda, Jaén, en 1956, que fuera publicada por primera vez en 1994, por tanto, está cumpliendo treinta años desde su emergencia. El escritor tiene varios premios literarios a su haber, como el Príncipe de Asturias de las Letras y unas notables novelas como El jinete polaco. Este relato breve es una novela pequeña perfecta, pues en ella confluyen varias cualidades escriturarias del autor, como la prosa que -ineludiblemente- coge al lector desde sus primeras líneas. Siempre el comienzo de un relato es determinante. Muñoz Molina no le va en zaga a múltiples ejemplos en este sentido. En las tres primeras líneas el narrador nos comunica que durante las primeras semanas del mes de mayo de 1974 formó parte de una conspiración con el fin de derribar al régimen de Francisco Franco, el caudillo. El tiempo de la enunciación, por tanto, se distancia del enunciado. Quien relata está situado en un momento posterior a los eventos que son convocados al presente de la lectura. Las menciones a la dictadura de Pinochet nos ubican temporalmente en el tiempo y el espacio de lo narrado.
La nouvelle de Muñoz Molina se articula sobre la base de una retórica de un relato en primera persona donde el narrador innominado -nunca sabremos su nombre- nos revelará que él fue el detentador del secreto hasta que por aquellos avatares del destino se va de lenguas y hecha todo a perder. Lo trágico cómico del asunto está que ante el desbarajuste provocado por el rompimiento del secreto y la persecución de quienes estaban detrás, el régimen franquista dejó de ser poco después con la muerte natural del caudillo de España. El relato novelesco es como la parte de una vida, en este caso, del narrador. Podríamos decir que es una especie de Bildungsroman acotada a un segmento de años del protagonista en que es partícipe de los sucesos cuando entra en contacto con el abogado Ataúlfo Ramiro, quien lo contrata como mecanógrafo y lo va adentrando en espacios desconocidos para el joven pueblerino que ha ido a dar a la metrópolis para estudiar periodismo con su máquina de escribir a cuestas, su único bien, sin saber que formará parte de la conspiración y que echará a perder. Ataúlfo le confiesa el secreto. La ironía del narrador respecto a esa vocación periodística es muy significativa cuando dice que la Facultad de Periodismo se llamaba de “Ciencias de la Información y en la que los profesores disertaban sobre saberes incomprensibles llamados Semiología o Comunicología. Pero yo no quería ser un licenciado en Ciencias de la Información, que sonaba a licenciado en Farmacia o Derecho Canónico, y menos aún un semiólogo o un comunicólogo: yo quería ser un periodista”. El narrador se ve envuelto en un antifranquismo universitario en medio de las penurias y privaciones, compartiendo sus vicisitudes y el cuarto de alquiler con un personaje que casi le gana el quien vive en cuanto a su protagonismo llamado Ramón Tovar, de sobrenombre Tovarich por su condición de comunista y amante de una muchacha admiradora de la revolución china maoísta.
La novela pequeña, en consecuencia, es la historia de un fracaso -tanto de la conspiración como el de la vida del protagonista-. Sin embargo, en el tiempo presente de la enunciación, el innominado personaje que narra ha vuelto a sus tierras y revela al lector que es feliz junto a su mujer y dos hijos, a pesar de que tiene un suegro hostil. El fracaso madrileño y estudiantil guarda el secreto del momento que formó parte de la conspiración y del instante en que vio a la amiga o cómplice de Ataúlfo en su desnudez. En definitiva, la novela se lee con sumo interés porque la forma de narrar de Muñoz Molina es envolvente y atrayente. A sus treinta años sigue manteniendo su lozanía escrituraria.
(Antonio Muñoz Molina. El dueño del secreto. Editorial Planeta. 2024. 148 pág.).
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