El relato de Muñoz Valenzuela es un texto poliédrico. Es decir, tiene varios formatos escriturarios en su constitución como narración. Esto es sumamente interesante. Probablemente, en la primera lectura se nos pasó desapercibido. La hibridez discursiva es un rasgo de la narrativa posmoderna. En consecuencia, la historia del cyborg debe ser realizada sobre la base de esta programación narrativa.
Crónica e imagen, por Eddie Morales Piña. crítico literario.
En estos tiempos en que se ha puesto en un lugar predilecto la Inteligencia Artificial (IA), la novela del escritor chileno Diego Muñoz Valenzuela titulada Flores para un cyborg alcanza resonancias inusitadas. Podríamos decir que es casi una escritura profética, pues la primera edición fue publicada hace algunos años cuando la divulgación de la IA estaba en conocimiento de iniciados en el tema. Ahora, cuando aparece la cuarta, la IA forma parte de nuestra realidad inmediata. La novela apareció por primera vez en 1997 y fue en ese entonces que conocí al cyborg Tom, por eso que denomino a esta crónica con el gerundio del verbo releer.
El relato de Muñoz Valenzuela es un texto poliédrico. Es decir, tiene varios formatos escriturarios en su constitución como narración. Esto es sumamente interesante. Probablemente, en la primera lectura se nos pasó desapercibido. La hibridez discursiva es un rasgo de la narrativa posmoderna. En consecuencia, la historia del cyborg debe ser realizada sobre la base de esta programación narrativa. La portada de la última edición (noviembre 2023) nos muestra la cabeza de un androide -Tom- que nos recuerda a RoboCop, el filme de Paul Verhoeven de 1987. Por tanto, un código narrativo de la novela es que está inserta dentro de los ámbitos de la ciencia ficción, lo que es efectivo. Sólo que en el entramado textual se han injertado otros códigos para relatar la historia de Tom, quien traspasa las fronteras de la realidad entre humanos y seres creados mediante los mecanismos de la IA. En realidad, Rubén Arancibia, el protagonista narrador, aparece como un personaje similar al doctor Frankenstein que crea una creatura -alterando las leyes de la naturaleza y que terminará como una tragedia-, según el relato de Mary Shelley. La intertextualidad con la escritora es indudable. Podríamos decir, entonces, que Tom es un posmoderno pariente de aquel transformando el relato del escritor chileno en una especie de novela gótica acorde a una revisión de aquel imaginario.
Sin embargo, como lo dijimos más arriba, el texto de Diego Muñoz Valenzuela va más allá de la mera especulación de la ciencia ficción. La hibridez del relato hace que confluyan en él otras modalidades escriturarias, como la novela negra, la novela social y la novela de aventuras. El prologuista de la edición reciente así lo advierte. Es extraño un prólogo en una novela como apertura, lo que evidencia que el cyborg es ya un clásico dentro de la literatura chilena reciente y bien lo amerita. Con términos teóricos sostiene que la condición de novela híbrida, “se expresa en una sintomatología posmoderna signada por la proliferación de usos de lenguaje, la mezcla de géneros discursivos, la multiplicidad y fragmentación generalizada y la transtextualidad, entre otros rasgos claramente posmodernos”. Efectivamente, es así como lo indica Cristián Montes. Cuando se alude a la ciencia ficción -el androide Tom, forma parte de dicho imaginario- se piensa en forma inmediata en textos de naturaleza utópica o distópica, o bien en la ucronía. En la obra de Muñoz Valenzuela este código primario de la discursividad es como un pretexto para insertar la historia de Tom en un Chile postdictadura. En este contexto se van articulando los otros códigos donde se entrelazan las situaciones del devenir histórico societal chilena. La novela, en consecuencia, se transforma además en una máquina lingüística donde se va encapsulando la memoria colectiva, en otras palabras, no olvidar el pasado para construir el presente. El narrador Rubén -la voz autorial de Diego Muñoz Valenzuela en la ficción novelesca- se muestra como un sujeto denunciador de las tropelías de los tiempos dictatoriales y de las evoluciones de quienes lo sustentaron. El androide Tom vendrá a revelar y a desarticular junto con Rubén y otros personajes las redes de poder del sistema neoliberal. La novela en su hibridez tiene momentos donde la ironía y lo carnavalesco se hacen presentes en su discursividad.
En definitiva, Flores para un cyborg sigue manteniendo su lozanía discursiva y su trama atrapa al lector hasta el desenlace. Vayan nuestras flores para Tom y su creador.
(Diego Muñoz Valenzuela. Flores para un cyborg. Santiago: Simplemente Editores. 2023. 208 pág.)
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