El poemario Los labios del delirio (2021) se encuentra dentro de los márgenes escriturarios de la literatura sáfica o lésbica. En este sentido, Atena Rodó es una buena discípula de la poeta griega. El libro suyo se aprecia -al menos en mi lectura- como un texto de amor sáfico lésbico donde cada uno de los poemas de versos libres y con una cadencia casi musical -y Atena Rodó cultiva, además, la música y el canto-, nos van mostrando la experiencia erótica con una otra que es el sujeto deseante para la hablante lírica.
(Texto e imagen por Eddie Morales Piña, crítico literario)
La lectura del libro de poemas de Atena Rodó que hemos realizado recientemente nos lleva a una apreciación crítica inmediata: se trata de una escritura que va contra cánones establecidos, es de carácter transgresor y deconstructivo de paradigmas institucionalizados. Es, sin duda, una interesante propuesta poética que recorre ciertos derroteros de la lírica universal y, en este sentido, la obra se conecta con aquella producción escrituraria -especialmente escrita por mujeres- que se confrontan con el orden patriarcal. De este modo, también, la obra de Atena Rodó es feminista. Pero, además, se encauza por una escritura que se desmarca, pues se remite a una lejana poeta griega cuya obra ha llegado a nuestro tiempo como retazos y textos incompletos. Se trata de Safo de Lesbos (siglo VI A.C.). De esta manera, en consecuencia, el poemario es una escritura sáfico-lésbica.
El nombre de Atena Rodó es un alter ego, un heterónimo o un seudónimo de una pedagoga en Castellano de la Universidad de Playa Ancha donde ejercí unas cuantas décadas. Allí conocí como alumna a quien está detrás de la denominación de reminiscencias griegas con que firma sus obras y realiza sus presentaciones poéticas o como una activista en lo que le preocupa, y militante en lo que cree y actúa. Su nombre de poeta en sí mismo es un paratexto. Atena es una de las diosas del Partenón griego y se la considera como la que encarna la sabiduría, entre otras cualidades como las artes. A su vez, Rodó -aunque también se le encuentra sin la tilde- nos evoca a la isla griega de Rodas. A su vez, Rodó con tilde es el apellido de uno los poetas hispanoamericanos más sobresalientes del siglo antepasado -José Enrique Rodó- que dio origen con su producción poética al arielismo que puso énfasis, precisamente, en la tradición grecolatina enmarcado dentro del Modernismo. De esta manera, Atena Rodó se conectará con la que creo es la musa inspiradora del poemario que leímos. Safo de Lesbos está expresamente mencionada al principio como “a la musa de todos los tiempos”, e inmediatamente estos versos de ella: “…alrededor el agua fresca…murmura en las ramas de los manzanos,/ y del follaje que tiembla/ se desliza un suave sueño”. Según Francisco Rodríguez Adrados, Safo era poeta y tuvo un círculo de mujeres que recibían sus lecciones; eran sus discípulas: “Safo ama a las muchachas del grupo: ya pide a Afrodita que cedan a su amor, ya se dirige a ellas directamente, ya simplemente expone su amor, valiéndose a veces de comparaciones o modelos míticos. Y surgen los eternos motivos: celos y separación (…) Safo comprende su amor por otra, las consuela, promete no olvidar, critica a las que hacen traición, y sobre todo a sus rivales Andrómeda y Gorgo, sin duda directoras de otros grupos de mujeres”. He aquí unos versos de la Musa inspiradora de Atena Rodó: “…quiero morirme sin engaño, ella me abandonó engañándome/ y me dijo muchas veces: ¡Ay!, que cosa horrible nos ha pasado, Safo, de verdad que te dejo mal de mi grado./ Y yo le contesté: Marcha contenta y acuérdate de mí, pues sabes cómo te queríamos./ Y si no, quiero recordarte…y éramos felices…”.
En razón a lo anterior, el poemario Los labios del delirio (2021) se encuentra dentro de los márgenes escriturarios de la literatura sáfica o lésbica. En este sentido, Atena Rodó es una buena discípula de la poeta griega. El libro suyo se aprecia -al menos en mi lectura- como un texto de amor sáfico lésbico donde cada uno de los poemas de versos libres y con una cadencia casi musical -y Atena Rodó cultiva, además, la música y el canto-, nos van mostrando la experiencia erótica con una otra que es el sujeto deseante para la hablante lírica. La literatura universal siempre ha tenido como un foco de atención de escritura esta realidad. Eros -el dios griego- ha estado presente desde la antigüedad clásica y luego se ha hecho presente hasta la posmodernidad. Se dice que actualmente vivimos en una sociedad erotizada al máximo. Eros y Cupido hacen de las suyas.
Los poemas de Atena Rodó son poesía plena como los versos de la Musa a la que invoca con sus labios -Safo de Lesbos-. Los labios de la hablante lírica que es la trasmutación estética de la voz poética de Atena, son labios delirantes. El delirio nos remite a una suerte de locura poética y, por añadidura, a una experiencia amatoria desbordante que se expresa en los versos sáfico-lésbicos: “Esclava soy de tus besos/ De tu cuello trémulo/ De tus cálidos brazos/ De tu vientre pleno/ Cautiva de tus labios/ Soy a ti…”. La sujeta lírica en los poemas que tienden a las formas de la enunciación y al apóstrofe líricos, nos va mostrando la territorialización de la corporalidad de la amada en imágenes poéticas certeras que llevan al delirio: “Silénciame los besos que derramé en tu piel/ Quédate dormida en mis pechos de ámbar/ Para encarcelarme en tus brazos de hierba”. En realidad, después de la experiencia de lectura podemos decir que precisamente el poemario es una suma delirante que transgrede diversos tipos de discursividades -tal como lo hiciera un Baudelaire o un Rimbaud-: “Hazme tu vestal, tu posesa/ Entre tus cabellos salvajes/ Entre tus pechos de ámbar/ Elévame en este acto dionisiaco”. La sola mención del dios Dionisos de la mitología griega -dios del delirio también, que nos lleva a Las bacantes de Eurípides, posesas y delirantes- nos remiten o configuran una poética en Atena Rodó sumamente original en la poesía chilena reciente. Probablemente, a no todo lector/a le gustará este quehacer poético, pero lo que sí nos queda claro que estamos ante una poeta que nos hace experimentar lo que Barthes llamaba el placer del texto -sin voyerismo- de por medio.
(Atena Rodó: Los labios del delirio. Santiago: Editorial Segismundo. 2021. 92 pág.)
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