En estas revistas y otros textos afines, sin duda, se nota el transcurrir de lo temporal que siempre ha sido inexorable. La huella o la pátina tempus se nos muestran no sólo en el color que han ido adquiriendo las páginas o las portadas, sino también el registro escriturario que en ellas está plasmado. Nombres de poetas y narradores, artistas, en definitiva, que hacían historia en el Valparaíso de los sesenta y principios de los setenta.
Eddie Morales Piña. Crítico Literario.
En una reciente crónica en Espacio Regional nos centramos en la figura de Walter Benjamin, quien como crítico literario ponía su mirada en múltiples factores culturales de su tiempo. En este sentido, siguiendo la huella benjaminiana es interesante la indagación acerca de la producción artística en una ciudad como Valparaíso que –como flaneur, un paseante- el escritor alemán habría recorrido con delectación. Entre el 2017 y el 2018 llevamos a cabo una investigación sobre la crítica literaria en el desaparecido diario “La Unión” de Valparaíso en un segmento de años (1960-1973). En el intertanto, se nos presentaron a nuestra vista algunas revistas publicadas en este puerto alrededor del mismo tiempo, que fueron consignadas en un libro que apareció en noviembre de 2017. Es decir, se nos fue configurado un perfecto cronotopo escriturario. Probablemente, fue a fines del 2018 cuando vinieron a nosotros otras revistas y publicaciones que habían visto a la luz por aquella época.
En estas revistas y otros textos afines, sin duda, se nota el transcurrir de lo temporal que siempre ha sido inexorable. La huella o la pátina tempus se nos muestran no sólo en el color que han ido adquiriendo las páginas o las portadas, sino también el registro escriturario que en ellas está plasmado. Nombres de poetas y narradores, artistas, en definitiva, que hacían historia en el Valparaíso de los sesenta y principios de los setenta. La imagen o la metáfora de la huella como signo indeleble de un decir en un determinado momento, es realmente significativo.
A propósito de lo anterior, y en una reseña de un libro que recogía los libros infantiles y olvidados, Walter Benjamin escribió que “un libro, incluso una hoja de un libro, un mero dibujo en un ejemplar heredado tal vez de una madre o de una abuela, puede ser el sostén alrededor del cual trepa la primera tierna raíz de esta inclinación (se refiere a formar una biblioteca y al coleccionismo de todo orden). No importa que la cubierta esté floja, que falten páginas y que de vez en cuando unas torpes manos hayan manchado los grabados con tinta. La búsqueda del ejemplar bello tiene su derecho…” (1924). La cita de Benjamin es relevante por cuanto encierra, precisamente, el sentido de la impronta que adquieren estas revistas y publicaciones de Valparaíso –no importa que la cubierta esté floja, que falten páginas- que se llamaron en su tiempo histórico: “Piedra” (1962), “Círculo” (1968), “Poesía” (1972), “Jornadas de Primavera” (1961), “Bitácora” (1963).
De la revista “Piedra” tenemos a la vista dos ejemplares, correspondientes a enero y julio de 1962. Se trata de una publicación que se define como una “revista de artes y letras”. En su primera página está el sumario y quienes oficiaban de directores: Nelson Osorio y Aníbal Guzmán; mientras que el secretario era José Correa y el autor de la imagen de la portada Jorge Osorio, hermano de Nelson. Inmediatamente después venía la justificación del nombre bajo la frase “escarceo semántico”: “Difícil cosa una revista. Esta nace de un impulso largamente acariciado y soñado voluptuosamente. Se llama PIEDRA. Ante el nombre, los etimologistas dirán mentalmente: petra, ae…Y concluirán cualquier cosa. Los biblistas y bibliólatras pensarán en el “Tú eres Pedro y sobre esta piedra…”, etc. Los coprolálicos –que los hay- tendrán también su respuesta mental. Los mineralogistas pensarán quizá en sepiolita o etites u obsidiana. Otros, por costumbre, no pensarán en nada. Pero se llama PIEDRA. Preguntaréis: ¿Por qué? Pues, porque sí”. En el número siguiente, aparecía un Consejo de redacción conformado por los hermanos Osorio, Erna Alfaro Saá y Eduardo Embry Morales, y se aglutinaban las colaboraciones según fueran de poetas (Osvaldo Rodríguez Musso, Luis Iñigo Madrigal, Guillermo Quiñones, Sara Vial, Eduardo Embry Morales); los autores de cuentos (José Correa Camiroaga, Nelson Osorio Tejeda) y los pintores (Edgardo Catalán Jiménez, Erna Alfaro Saá, Pedro Alvarado Donoso, Jorge Osorio Tejeda). Para quienes han conocido de la literatura y el arte de Valparaíso la mayor parte de los nombres resultarán conocidos. Algunos eran profesores del Instituto Pedagógico y, sin duda, aparecen ilustres poetas como el Gitano Rodríguez, Vial, Embry y el mítico autor de “La Balada de la galleta marinera”, Guillermo Quiñones. Las portadas de ambos ejemplares son del pintor Jorge Osorio.
La revista “Círculo” en su número uno denota lo que Benjamin indicaba respecto a la cubierta de un libro, solo que en este caso abarca todas las páginas en el margen inferior derecho de la publicación. Esta informaba al lector que “un grupo de escritores se ha juntado para producir y publicar a pesar de todos los obstáculos” (nihil novus sub sole en pleno siglo XXI). En este número aparecen los nombres de Jorge Silva, Eduardo Embry, Armando Solari, Sara Vial, Patricia Tejeda, Enrique Skinner con poemas y cuentos, mientras que en una página hay un dibujo de Lukas. Las viñetas eran de Ana Vial. El poeta Eduardo Embry escribía que “Entre la poesía que vuelve/ y la poesía que no vuelve,/ prefiero la que se queda/ en la punta de la lengua”.
En 1972 la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, sede de Valparaíso, publicaba un cuadernillo de poesía. Realmente es un documento histórico. El pasar del tiempo ha puesto más oscuras sus páginas que fueron impresas en un papel color café. Es una edición artesanal. Los textos en él contenidos fueron tipeados en una máquina de escribir, sin duda. La portada es de color negro donde resalta la palabra poesía en color blanco, al igual que los poetas inaugurales de lo que prometía ser una serie, que son nombrados por sus apellidos: Veas, Parra, Cárdenas, Boldrini, Embry, Guillén. En la primera página aparece una declaración de principios de la federación que se enmarcaba dentro de la concepción socio-histórica que se estaba viviendo en el país: “a través de su grupo literario, ha querido dar comienzo a la publicación de textos de poesía que sean el de valores, una manera diferente de enfrentar el quehacer artístico y la realidad”. ¿Habrá habido un siguiente número de Poesía?
Finalmente, los otros dos textos afines fueron ediciones de la Sociedad de Escritores de Valparaíso (SEV), a través de su sello “Océano”. El denominado “Jornadas de Primavera” da cuenta de una “exposición mural de poesía ilustrada” a la que convocó la SEV en 1961 bajo la presidencia del escritor Ricardo Hurtado Sagredo. En la antología aparecen nombres de poetas como Manuel Astica Fuentes, Pascual Brandi Vera, Carlos Hermosilla Alvarez (también artista plástico), Edmundo Lazo, Osvaldo Rodríguez, Claudio Solar, Ennio Moltedo, Alfonso Larrahona, Patricia Tejeda, Sara Vial, Sonia Ugarte…y nuestro poeta de Casablanca, Alejandro Galaz, entre otros/as. Por su parte, “Bitácora” también es una antología de poetas porteños/as y algunos invitados de Santiago y Talca. De los de Valparaíso –nombres que se han dado en esta crónica- aparece el joven Adolfo de Nordenflicht, quien se convertiría en un destacado académico y poeta sobresaliente: A. Bresky. Por último, cuando revisé este texto nos encontramos al interior de él entre sus páginas con una crónica literaria firmada por C. S. (Claudio Solar), quien informaba que “esta publicación antológica, de poemas leídos en una plaza, conmemora los ocho años de vida de la Sociedad de Escritores de Valparaíso”, agregando que la ilustración del texto “ha sido realizada por el joven valor plástico Jorge Osorio y su diagramación ha sido hecha por la arquitecto, señorita Elba Hurtado”. Estos son los tesoros que cualquier lector/a puede hallar al interior de las páginas de un libro donde no importa que la cubierta esté floja, que falten páginas… Walter Benjamin, dixit!
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