Ante situaciones donde voceros o representantes de instituciones han debido salir a explicar o suavizar sus dichos, doctor Juan Pablo Reyes enfatiza que las palabras han sido utilizadas como una herramienta para ironizar, denostar o atemorizar en vez de congregar o unir.
(Información vía NP)
No solo hay que saber qué se dice, sino también cómo se dice, pues ello puede generar un ambiente de paz o, derechamente, de irritación o de profunda molestia de parte de la ciudadanía. Por esta razón, quienes ejercen liderazgos deben cuidar cada palabra que emiten.
Al respecto, el doctor Juan Pablo Reyes, experto en lingüística de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), comenta que el lenguaje permite verbalizar los sentimientos, pasiones, pensamientos, emociones y también la interioridad frente a una situación que nos incomoda. En este contexto, se generan recursos expresivos de diverso orden que dan cuenta de burlas, sarcasmo, afrentas y oprobios, entre otros. Un ejemplo son los apodos, los garabatos, insultos o amenazas.
“Por cierto, donde mayor cantidad de violencia hay, sobre todo, en momentos de crisis como los que estamos viviendo, es en el ambiente político, porque de ahí surge el lenguaje básicamente como poder, como fuerza de dominio y de imposición, de advertencia y de controles legales que tienden a mantener estable un sistema. Y hoy, lamentablemente, hay una discrepancia entre el hacer y el decir, y eso está produciendo diferencias de opinión y diferencias de interpretación de la realidad”, sostiene Reyes, quien agrega que cuando se terminan los argumentos, generalmente se empieza a denigrar y denostar al otro.
En cuanto a los garabatos, insultos o apodos, estos tienen valor solo en su contexto. Por ejemplo, decir “huevón” entre amigos no es insulto, pero sí lo es cuando un conductor le grita ¡huevón! a otro conductor. El especialista enfatiza que las palabras, en sí mismas, están vacías de significado, y que éste se otorga de acuerdo al contexto y a lo que las personas y la cultura en la cual están inmersa acuerden que signifiquen.
EUFEMISMOS Y DISFEMISMOS
El especialista advierte que el eufemismo o lenguaje diplomático, también es una forma de violentar una realidad, fenómenos que se comenzaron a visualizar en Chile en la década de los 90. Un ejemplo: se evitó decir “miente” y se cambió por la expresión “falta a la verdad”; “personas en situación de calle” por “mendigos”; y “clase media” por “clase emergente”. La intención -dice Reyes- es ocultar la realidad y disfrazarla por una menos impactante.
Otro recurso del lenguaje es el disfemismo, entendido como una palabra o expresión deliberadamente despectiva u ofensiva que se emplea en lugar de otra más neutra. Un claro ejemplo se aprecia cuando alguien muere. En ese caso, se utiliza “paró las patas”, “se puso el pijama de palo”, “se fue para el patio de los callados” o “pasó a mejor vida”.
“FACHO POBRE”
Si bien, en lo cotidiano hay muchos recursos lingüísticos que se utilizan, en el mundo de la política también hay: uno de ellos es la expresión “facho pobre”, en referencia a quien tiene pensamientos conservadores o de derecha, sin tener mayores recursos económicos; “se pasó para el otro bando” o “se dio vuelta la chaqueta”, cuando se quiere decir que una persona se cambió de partido político o de pensamiento político.
En el caso de quienes están a cargo de instituciones, estos han utilizado expresiones que buscan inmovilizar, infundir temor, criminalizar a otros e incluso ironizar. Sin embargo, el doctor Reyes comenta que cuando el lenguaje del poder comienza a amenazar, a advertir a aterrorizar, es porque está en una situación de debilidad.
“Cuando el lenguaje del poder empieza a amenazar a advertir, a aterrorizar, a meter miedo, es porque está en una situación de debilidad. Todos sabemos que cuando nos violentamos, y lo vemos en los animales, es porque están demostrando que están en peligro, en debilidad. Entonces, el lenguaje violento nos revela como débiles y el gobierno, o los gobiernos en general, lo que hacen es dar demostraciones de poder desde un lenguaje que es amenazante”.
“CABROS, ESTO NO PRENDIÓ”
Los ejemplos abundan: “estamos en guerra”, “estamos frente a un enemigo poderoso e implacable”, “el sexo seguro es el que no se ejerce”, “cabros, esto no prendió”, “la gente va a los consultorios a hacer vida social”, “si se levanta más temprano se irá sentado en el metro”, son expresiones que alteran, que provocan una incomodidad en las personas, porque no responden a la realidad que la mayoría vive diariamente y, por lo tanto, se percibe como la intención de generar temor o, derechamente, como una burla.
Considerando lo dicho, el especialista llama a las autoridades y políticos en general, a tener mucho cuidado en el lenguaje que utilizan, pues el poder que las palabras tienen en el interlocutor es inimaginable. Junto con ello, invita a no subestimar la inteligencia de las personas y recordar que palabras violentas generan reacciones violentas.
“Hago un llamado a todos los líderes políticos utilizar un lenguaje que sea respetuoso. Que entiendan que el lenguaje es una herramienta para mejorar, para dar soluciones y no para provocar más problemas… Por lo tanto, hay que dejar de lado las ironías, las burlas, la insidia, la provocación, el estigmatizar. Hay que dejar de lado todo lo que pueda hacer daño al otro. Utilizar un lenguaje que nos lleve al encuentro para salir más fortalecidos”.
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