“Esta también es la demanda de Martínez. Es un grito rabioso ante el acorralamiento comunicacional de Durán y de su leal hinchada en redes sociales. Es un dolor profundo por no recibir el agradecimiento del pueblo y de padecer la misma dosis que ellos utilizaron contra sus adversarios”.
Francisco Riquelme López. Periodista.
Hace pocos días supimos de la demanda que interpuso Alfonso Barros en contra del concejal Iván Durán y de su empleador, la Ilustre Municipalidad de Casablanca. El motivo es el acoso laboral y la vulneración de derechos fundamentales, sustentada en situaciones y acusaciones públicamente conocidas en las cuales el demandante sintió “acoso”, “agresión” y “hostigamiento”. Por todo esto solicita una indemnización por daño moral ascendente a la suma de $100.000.000.
Todo trabajador tiene la posibilidad en un Estado de derecho de interponer un recurso como este, si siente alguna vulneración. Y el municipio de Casablanca tiene experiencia en esto, pues varios exfuncionarios han demandado a la institución. ¿Pero Barros es un trabajador como el resto? Por supuesto que no.
El éxito de la dupla Martínez y Barros desde la elección del año 2008 (cuando su delfín a la alcaldía fue Iván Durán) ha sido mantener un pacto de protección mutua para destituir a Vera y luego dar el salto al sillón alcaldicio. Martínez le traspasó todo el poder necesario a Barros para asegurar un ciclo de la derecha conservadora gobernando Casablanca. Además, toleró una serie de prácticas contradictorias al servicio público, tales como inversiones en sectores claves para el desarrollo de la comuna como el turismo, bienes raíces, medios de comunicación, etc. Es decir, carta blanca o permiso para hacer y deshacer.
Pero son de la misma madera, de todas formas. El alcalde es un exitoso empresario agrícola y vitivinícola en ¡una ciudad agrícola y productora de vino! Si esto no es un conflicto de interés, por favor explíquenme lo que es.
Alfonso Barros fue administrador y hoy director de Secplac. Pero su verdadero poder no ha sido técnico. Más bien no tiene ni los estudios ni la experiencia. Desde el año 2012 es quien toma las decisiones. Si alguien quiere algo del municipio acude a él. “Habla con Alfonso”, “Él decide eso”, “Él determina los puestos de la feria”. Y quienes se enemistan o lo critican pierden los privilegios. O han sido despedidos.
En lo político se ha visto su poder en las elecciones. Fue el líder de campaña de facto, el “jefe” de los candidatos a concejales, el principal diseminador de rumores y el titiritero de los medios de comunicación. Producto de esto tiene hoy la macondiana autoridad de dar trabajo en su radio a concejales en ejercicio. Y no contento con esto, ha sido capaz de usar y abusar del clientelismo para controlar familias y líderes sociales. Porque ya está pensando en la próxima elección.
Y ha tenido un campo de juego cómodo. Ponce y Castro han sido ornamentales, pese a que la primera tuvo una alta votación en la pasada elección. Se esperaba más responsabilidad. La dupla Ordóñez y Aranda perdió ante la ciudadanía su rol de oposición. En esto Aranda ha sido el principal responsable, muy benevolente y reverente con el exadministrador. Y Durán y Salazar han mantenido un rol de oposición fundado en intereses electorales más que comunales. En definitiva, poca política.
La demanda de Barros no es solamente suya. Es la demanda de él y de Martínez. Es un grito rabioso – como los que da el alcalde en las sesiones de concejo – ante el acorralamiento comunicacional de Durán y de su leal hinchada en redes sociales. Lo doloroso para ellos es que están recibiendo la misma artillería que utilizaron contra sus adversarios del pasado.
Además, ambos sienten que tienen el derecho a presentar esta demanda. No comprenden cómo pueden ser tan criticados y no recibir el agradecimiento del pueblo. Muy en el fondo, y tan propio de la elite de derecha, asumen su papel de salvadores. “En estos años hemos hecho más que en toda la historia de Casablanca”, dicen con orgullo.
No les interesan los 100 millones. No los necesitan. Lo que buscan es no perder respeto. Tienen miedo a quedar en la historia como políticos de poca monta. Martínez no quiere ser el Castro o la Reginato de Casablanca. Temen no ser recordados y que los identifiquen como ejemplos de la política que ellos mismos se han preocupado de hundir y desprestigiar.
Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de quien las emite. Y no necesariamente, va de la mano con la línea editorial de Espacio Regional.
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